EL 19 de julio de 1936 el pueblo de
Barcelona y de Madrid derrota a los militares sublevados y se hace dueño de las armas: es
la fuerza.
Es imposible oponérseles, pues, en realidad es la única
fuerza armada de la España republicana. De ahí la necesidad de pactar con el pueblo. La
burguesía republicana le permite, pues, organizar su poder al márgen y a la sombra de
las viejas instituciones políticas, que de común acuerdo se conservan como figura
decorativa.
Después, más tarde, la burguesía solicita la participación
de los representantes obreros en su gobierno decorativo; pide, exige la entrada de Luis
Blanc y los Albert en el gobierno; la entrada de los representantes de la C. N. T. en el
gobierno de la Generalidad de Cataluña primero, después en el gobierno Central.
Pero al mismo tiempo, exactamente como el gobierno provisorio
de 1848, los gobiernos de Madrid y Barcelona, que han tenido especial cuidado de conservar
en manos de los más conservadores de sus miembros el ministerio fundamental: el de Orden
Público, se rearman.
Las pocas fuerzas gubernativas que quedaron fieles a la República
el 19 de julio habían sido profundamente contaminadas por el espíritu revolucionario de
las jornadas en que, trabajadores y guardias de Asalto habían combatido juntos. Era,
pues, necesario que el Estado "retornara en sus manos" su policía. Para ello había
que separarla en todo lo posible de la clase obrera, encerrándola en sus cuarteles,
volverla a uniformar, enseñarle nuevamente el paso militar y sobre todo, suscitar el
mayor número posible de incidentes, en especial con los obreros de las patrullas de
control
(I).
Preparación psicológica.
(I) Un ejemplo entre cien, de estos incidentes. Dada la dificultad de abastecerse de ciertos alimentos, el pan entre ellos, en Barcelona son racionados. Esto obliga a formar largas "colas" en las puertas de los negocios. Para mantener el orden en estas "colas" las "patrullas de control", órgano de policía proletaria encargado de su cuidado, había establecido el uso de tarjetas. Pronto la policía del Estado pone en uso otras. Como es lógico, las patrullas de control no reconocen sino las suyas. Esto motiva continuos incidentes. El más grave tiene lugar en el mes de febrero: una mujer se presenta con la tarjeta de la policía estatal, acompañada de un guardia de Asalto que exige que se tenga en cuenta la tarjeta de la mujer. Conflicto. El guardia es muerto. Al funeral asisten en masa los guardias nacionales y de Asalto. En los locales de la policía tienen lugar demostraciones contra Aurelio Fernández, representante de la C. N. T. en el ministerio de Orden Público, el que se ve obligado a renunciar.
Luego preparación material., El número de guardias de Asalto se aumenta notablemente (en particular por el gobierno Central), y, mientras se niega a las tropas de algunos frentes las armas modernas, mientras éstas deben contentarse con poseer viejos fusiles tomados a los facciosos el 19 de julio, a los nuevos guardias de Asalto se los provee de las armas más modernas y perfeccionadas.
A fines de abril estos preparativos están suficientemente completos como para que la burguesía se sienta capaz de presentar batalla: tiene ya una fuerza para oponer a la fuerza obrera.
Se inician las provocaciones.
Primero, con una circular de fines de abril la autoridad del Ministerio Catalán de Orden Público, prohíbe el control de las calles a los comités encargados de hacerlo conservar.
Tan pronto los trabajadores tiene conocimiento de esta circular
toman posiciones: durante tres noches seguidas se apoderan de los puntos estratégicos de
Barcelona y si ocurren desarmes, son ellos quienes desarman a las fuerzas policiales del
gobierno, como sucede con 250 guardias nacionales y de Asalto.
Tales acontecimientos se desarrollan
sin ruido, sin conocimiento del pueblo de la ciudad. La primer provocación falla, pues,
completamente; se hace necesario encontrar otra y se recurre al atentado contra la Telefónica.
Después del 19 de julio el servicio
telefónico, como los otros servicios públicos, está a cargo de los sindicatos, es
decir, del sindicato de la C. N. T. y del sindicato de la U. G. T. (2).
(2) En España el teléfono funcionaba
independientemente de Correos y Telégrafos, puesto que había sido objeto de concesiones
otorgadas por Primo de Rivera al trust americano: American Telegraph and Telephone Co.,
vale decir que era una empresa privada, no un servicio del Estado.
Como todos los demás servicios públicos, el de teléfonos funcionaba perfectamente bajo el nuevo régimen; nadie tiene porque quejarse. Por otra parte, las relaciones administrativas y de otro orden con el gobierno, son cordiales, sin incidentes, pero precisamente lo que se desea, es provocarlos y por eso mismo la provocación es tanto más indignante.
El 3 de mayo al mediodía, por orden
del ministerio de Orden Público de la Generalidad, el burgués Aiguadé, representante de
la Esquerra Catalana en el gobierno de Cataluña y el comunista Rodríguez Salas,
comisario de Orden Público al frente de varios camiones de guardias de Asalto invaden la
Central Telefónica de Barcelona, situada en el centro de la ciudad, frente a la plaza de
Cataluña.
La invaden, o mejor dicho, intentan invadirla, puesto que,
ocupados por sorpresa los primeros pisos, se organiza la resistencia en los pisos
superiores del edificio y las fuerzas policiacas stalinistas-burguesas se ven obligados a
abandonar la partida.
Pero se obtiene el efecto deseado. Toda Barcelona está en
conmoción.
Es evidente que este ataque a la telefónica, la tentativa de
expulsar a los trabajadores del cuidado y de la dirección de un servicio público, sólo
es el principio de una tentativa de expropiación general, una tentativa de tomarle a los
trabajadores todo lo que han conquistado a partir del 19 de julio: las oficinas, las fábricas,
los campos expropiados a los capitalistas y que los obreros hacen marchar por su propia
cuenta, bajo su propia dirección.
En consecuencia, esa noche y la que sigue, todos toman expontáneamente
las armas en la mano.
Absolutamente todos.
Los obreros por una parte.
Por la otra: l.º Las fuerzas de policía del gobierno, por lo
menos los que quieren y pueden (una parte solamente de los guardias nacionales y de
Asalto, pero la totalidad de los "mozos de escuadra", guardia especial de la
Generalidad reclutados entre los catalanistas).
2.º Los exponentes del
"Estat Catalá", partido netamente
fascista, pero que no obstante forma parte de la coalición llamada "antifascista" sólo
porque es separatista catalán, lo que lo enfrenta con los fascistas de Madrid.
3.º En funciones de dirigentes los miembros del partido
llamado "comunista".
Después de dos días de lucha, las amonestaciones de los comités
regionales de la C. N. T. y de la F. A. I. consiguen hacer cesar el fuego por parte de los
obreros; durante una tercer jornada las fuerzas stalinistas-burguesas continúan
disparando sobre gente que, por ser disciplinada, ha dejado de defenderse y es asesinada.
(Fue este el día en que los trabajadores tuvieron mayor numero de bajas). Por fin la
lucha termina también por parte de la policía. El saldo de estas jornadas es de 500
muertos y gran número de heridos.
Pero, precisamente como el 15 de mayo, la división entre las
clases, hasta ahora más o menos disimulada, se acentúa. Y poco después, como el 15 de
mayo, la contrarevolucion se inicia. En las aldeas se afianza el terror blanco bajo la
protección de la policía. En Barcelona muchos militantes son arrestados y encarcelados;
se efectúan pesquizas para detener a otros; las sedes de las organizaciones obreras son
requisadas; se suspenden muchos periódicos y otros aparecen bajo un régimen de censura
despiadado y manifiestamente parcial; se declara públicamente que cualquier
crítica al gobierno tendrá por consecuencia la suspensión sine
die del diario que la publique; a los órganos de la C. N. T. se les prohibe hablar de
sus propios muertos y de convocar al pueblo a los funerales; se censura toda crítica
tocante al partido Comunista, mientras se permite a éste atacar violentamente a las otras
organizaciones antifascistas.
Al mismo tiempo, como se convino, se expulsan a los
representantes obreros de los Ministerios del gobierno. Si en Cataluña se cree prudente
mantener todavía un representante de la C. N. T., se le quita en cambio el Ministerio
principal, el de la Defensa, y también su representación en el de Orden Público; en el
gobierno central se va más lejos: no hay ya en él ningún representante de la C. N. T,
Federica Montseny y García Oliver, como antes los Luis Blanc y los Albert, han realizado
su parte, la misma parte, y la burguesía, no necesitándolos más, se desembaraza de
ellos.
La analogía es evidente: llega a puntos idénticos; es casi
exactamente lo mismo.
Con una diferencia: la superioridad militar de la C. N. T.
¿No existe, sin embargo, ninguna otra diferencia?
¿Son las jornadas de mayo, como en las de 1848, el preludio de
las nuevas jornadas de junio, de las cuales el proletariado español estaría destinado a
salir, como el proletariado francés, derrotado?
Terrible pregunta que es imposible no formularse y a la que
quisiera poder responder buscando elementos de prueba.
Entre las jornadas de Paris y las de Barcelona, existe una
diferencia capital. Tanto en uno como en otro caso hubo un despliegue de fuerzas, pero
mientras en París —y es difícil explicar por que los obreros parisienses abandonaron
el Hotel de Ville sin luchar— no se demostró en realidad la superioridad de las fuerzas
obreras, los días 4 y 5 de mayo en Barcelona pusieron de manifiesto la superioridad de
las fuerzas proletarias armadas sobre las de la coalición stalinista-burguesa.
En casi su totalidad
—las nueve décimas partes por lo
menos—
Barcelona cae, o mejor dicho, queda en manos del proletariado sin luchar. Por todas
partes, fuera del centro de la ciudad, el proletariado es dueño de la situación sin
combatir. Los fascistas del Estat Catalá y los stalinistas del P. S. U. (Partido
Socialista Unificado) no mostraron ni las narices y en cuanto a los guardis autónomos y
de Asalto, que estaban acuartelados, se rindieron a la primer intimidación (400 en
bloque) en la plaza de España o prometieron gentilmente no salir de sus cuarteles,
cumpliendo escrupulosamente con la palabra empeñada.
Hubo lucha solamente en el centro, en los alrededores de la
plaza de Cataluña, la gran plaza central de la ciudad, y particularmente en la avenida
Durruti, gran arteria que desemboca a un centenar de metros de la plaza nombrada y en la
que se encuentran, casi frente la una de la otra, la Prefectura y la sede de la C. N. T.
En este barrio eminentemente burgués, donde las organizaciones
obreras habían instalado sus propias sedes inmediatamente después del 19 de julio (Comité
Regional de la C. N. T., Federación local de las juventudes Libertarias y varios
sindicatos), éstas se encuentran relativamente aisladas. Por el contrario, en este punto
estaban concentradas todas las fuerzas stalinistas-burguesas; además del ambiente burgués
por excelencia, en este barrio se encontraban la sede del gobierno de la Generalidad con
sus "mozos de escuadra" y la sede de todas las organizaciones stalinistas.
En este barrio los stalinistas concentraron todos sus
esfuerzos. Mozos de escuadra, guardias nacionales y de Asalto, fascistas del Estat Catalá,
levantan barricadas tratando de asediar y apoderarse de las sedes de las organizaciones
obreras, en particular del gran edificio de la C. N. T. Pero no lo consiguen; la
resistencia obrera no cede un solo palmo.
(3).
(3)
Los únicos locales ocupados por las
fuerzas enemigas fueron los que estaban sin defensa, como aquellos en que la C. N. T.
exponía las obras de arte salvadas durante las jornadas de julio.
Se puede, pues, resumir la descripción de la lucha diciendo
que durante los tres días la C. N. T. fué dueña absoluta y única de la situación en
las nueve décimas partes de Barcelona y que en la parte restante no dejó en ningún
momento de dominar la situación.
En ninguna parte la C. N. T. y la F. A. I. atacaron; en ningún momento
emprendieron la más mínima ofensiva.
(4).
(4)
Efectivamente, no se
puede considerar acción ofensiva la ocupación de los edificios situados frente a la sede
de la C. N. T., llevada a cabo por camaradas franceses: esta ocupación era indispensable
para la defensa del edificio confederal.
La C. N. T. y la F. A. I.
(5) no tenían más que pronunciar
una palabra para que, decenas, sino centenares de millares de trabajadores de Barcelona,
abandonaron sus respectivos barrios, donde no tenían ya nada que hacer, y bajaran al
centro con sus armas y barrieran los pocos centenares de fascistas, guardias y stalinistas
que ocupaban la calle; la C. N. T. y la F. A. I. sólo tenían que hacer un gesto para que
los seis tanques que habían tomado posiciones detrás del edificio de la C. N. T. —y
que permanecieron sin moverse durante todo el tiempo de la lucha, no accionando tampoco
cuando se levantaron barricadas a pocos centenares de metros de allí —accionaran y
dispersaran a los ocupantes de las barricadas; la C. N. T. y la F. A. I. no tenían más
que dar la orden para que los cañones de 75, llevados a un barrio obrero para hacer
entrar en razón a los guardias refugiados en un cine y que en determinado momento
manifestaron se resistirían, se ubicaran en la plaza de Cataluña o en la avenida
Durruti; en fin, si hubiera sido necesario, un golpe de teléfono era suficiente para que
los grandes cañones de Montjuich demolieran las ciudadelas enemigas: el palacio del Hotel
Colón, sede de la Internacional Comunista y la Prefectura de Policía.
(5)
Perdóneseme si no
hablo del P. O. U. M. Desde el primer momento sus miembros se pusieron a disposición de
la C. N. T., y combatieron con entereza. A pesar de esto no me refiero a él porque
igualarlo a la C. N. T. o a la F. A. I. significaría falsear las proporciones. La C. N.
T. y la F. A. I. son las únicas organizaciones que pesan en Barcelona. La influencia del
P. O. U. M. es insignificante, sea por el número limitado de sus adherentes, o bien, y
quizás más por ésto, debido a la reclame ruidosa a que se abandonó después del 19 de
julio. El P. O. U. M. encontró hasta el modo de superar a los mismos atalinistas en el
bluff! Estas costumbres contrastaban con la sencillez revolucionaria de la C. N. T. y de
la F. A. I., las que evitaban en todo los posible cualquier ostentación. En España el
ridículo puede matar todavía!
Las fuerzas de que disponía la C. N. T. en Barcelona, eran
evidentemente diez veces superiores a las necesarias para hacer reinar el orden— el
orden revolucionario y proletario. Y hubieran sido casi suficientes por si solas, para
derrotar completamente a cualquier fuerza que enviara Valencia (6).
(6)
Estas fuerzas son en
realidad menos temibles de lo que pueden parecer. Valencia envió, es verdad, 5.000
guardias de Asalto, número respetable; pero hay que hacer notar que se tuvo buen cuidado
de enviarlos después de la terminación de la lucha y bajo el mando de un Teniente
Coronel conocido por sus simpatías hacia la C. N. T.
Se
comprenderán mejor estas medidas de prudencia refiriendo este hecho: mientras algunos
camiones de guardias de Asalto que llegaban de Valencia, pasaban delante del edificio de
la C. N. T. un guardia hizo un disparo de fusil; del camión que lo seguía se elevaron de
inmediato gritos de "Viva la F.A. I."!
Pero si esas fuerzas no hubieran bastado, la C. N. T. podía disponer de una reserva importantísima: las tropas del frente de Aragón. El frente de Aragón se extiende desde la frontera francesa hasta el norte de Teruel, en una longitud de trescientos kilómetros y las tropas están controladas en sus tres cuartas partes por la C. N. T.
Desde el momento en que se
iniciaron los acontecimientos muchos de los autos blindados disponibles en este frente,
fueron puestos sobre aviso y se encontraban listos para partir hacia Barcelona; los
comandantes de las compañías en descanso, recibieron la orden de no alejarse del puesto
telefónico, para poder estar en condiciones de reunir a sus respectivas compañías en el menor tiempo posible y, hacia el fin del conflicto, cuando
polizontes y stalinistas continuaban disparando a pesar de haber cesado el fuego de parte
de los trabajadores, una compañía en descanso— que conozco muy bien y que no fué
sola— partió una noche en camiones, en dirección a la primera línea, con el pretexto
de dar un golpe de sorpresa, pero en realidad para estar pronta y volver en dirección
contraria a la primer orden. La orden llegada fué la de retornar a su puesto y descansar.
Desde el primer al último disparo, los comités regionales de
la C. N. T. y de la F. A. I. no han dado más que una orden, la orden transmitida sin
interrupción por la radio, por la prensa y todos los demás medios: "cesad el fuego".
Y para que esta orden fuera cumplida con mayor facilidad, no sólo los comités rehusaron
tomar jamás la ofensiva, sino que se mantuvieron rigurosamente a la defensiva, no
vacilando, permitir que el enemigo fuera dueño de la calle, a pocos centenares de metros
de su propia sede, ni en hacer libertar, sin compensación alguna, a los peores enemigos,
como el diputado del Estat Catalá, tan pronto como supieron que las fuerzas trabajadoras
lo habían detenido.
Por un lado, pues, la superioridad militar de la C. N. T. se
reveló de manera innegable en el curso de esas jornadas, y por el otro la C. N. T. rehusó
siempre emplear esa superioridad para garantizar la victoria.