POR
haber preferido la derrota antes que tomar en sus manos el poder, la C. N. T.
ha sufrido un gran revés político. Para darse cuenta exacta de la importancia de este
fracaso, a consecuencia del cual, por el momento al menos, la C. N. T. ha perdido todo
poder político, basta observar las calles de Barcelona y comparar lo que son en la
actualidad y lo que han sido.
Durante
los primeros meses de la revolución toda Barcelona rebosaba de trabajadores en armas;
después las cosas cambiaron y sólo se vieron con armas aquellos que estaban encargados
del desempeño de funciones públicas, pero eran siempre trabajadores. Hoy (a excepción
de algún barrio exclusivamente obrero, y no lo garanto tampoco) no hay ni un solo obrero
en armas; únicamente guardias de Asalto, armados de fusiles, en todas partes, como en los
mejores tiempos de la dictadura burguesa.
También
ha cambiado el aspecto de los ciudadanos. Primero la forma de vestir exclusivamente obrera
a que me refería en agosto, y que era todavía la regla general en febrero, ha
desaparecido casi completamente dando paso, en los barrios centrales, al traje burgués,
o, por lo menos, pequeño burgués. Después, hecho todavía más notable, el rojo y el
negro no se ven ya en ninguna parte. Antes del mes de mayo todos se honraban llevando los
colores de la C. N. T.: enseñas, pañuelos, gorras, siempre algo con los colores rojo y
negro. Quien no ostentaba éstos, llevaba el rojo de los stalinistas o del P. O. U. M.
Ahora, en cambio, son raros los que tienen el coraje de llevar la enseña de la C. N. T.
fuera de los edificios ocupados por los sindicatos, no se encuentra en ninguna parte la
bandera rojinegra; y en cuanto a los pañuelos y las gorras, que estaban grandemente
difundidos, ya que eran una afirmación de "simpatía," han desaparecido del todo.
El
hombre medio, aquel que está siempre dispuesto a inclinarse de parte del poder, no se
atreve ya a ponerse, abiertamente por lo menos, de parte de la C. N. T.: prueba evidente
que la C. N. T. no está ya en el gobierno.