SIEMPRE que hemos deplorado el suicidio a que nos llevó la burocracia de las propias organizaciones en la revolución y en la guerra españolas, la de las propias organizaciones, porque la que actuó en las demás, de modo absolutamente idéntico, nos importa menos, se nos ha replicado que de esa manera nos evitábamos ante la historia la acusación de haber perdido la guerra por causa de nuestros gestos de rebeldía o de justicia. Es posible que una actitud enérgica de represalia contra las ingerencias extranjeras en nuestro territorio y una firme voluntad de defender los derechos del pueblo español contra sus enemigos complotados desde las esferas gubernativas de la República como desde las esferas del Gobierno de Burgos, habría acelerado el fin de la guerra. Con ello habríamos caído en nuestra ley, nuestro pueblo habría acortado su martirio estéril y es posible que la misma matanza que ha seguido al triunfo de Franco hubiera sido menor. Los traidores a España del lado de la República habrían podido enlodarnos en el primer instante, pero el tiempo habría vuelto a poner las cosas en su lugar y habría demostrado que la guerra la teníamos perdida después de caer el Norte de España. No nos hemos movido, hemos obedecido y hemos callado, entregando los destinos de millones de proletarios españoles a la alegre despreocupación de un Dr. Negrín; hemos soportado injurias y un trato que no habíamos soportado jamás. No ha sido cordura, no ha sido sensatez; ha sido cobardía burocrática y ha sido traición a nuestro pueblo. No se nos acusará de haber perturbado los planes del Gobierno republicano‑comunista, pero se nos puede acusar por no haberlos perturbado, y ante el porvenir esta acusación pesará mucho más.
Ante el mundo no tenemos valor para justificar la conducta seguida; se ha vendido al pueblo por un plato de lentejas ministeriales. Tampoco es ninguna disculpa el que hayan hecho todos los partidos y todas las organizaciones lo mismo. Nosotros no teníamos el derecho a hacer lo mismo, teníamos el deber de obrar de otra manera, de no haber vacilado en nombre de un absurdo sentido de la responsabilidad. ¿Responsabilidad ante quién? ¿Ante los Monipodios de la República? ¿Y por qué no responsabilidad ante los destinos de un pueblo del cual éramos los legítimos representantes?
Individualmente sólo nos acusamos de habernos equivocado en las jornadas de Mayo, siendo la impotencia ulterior para rectificar el error una consecuencia lógica de aquella equivocación funesta. El destino de la guerra y el destino de nuestro pueblo habrían sido muy distintos si en lugar de exponer la vida para sofocar el fuego de la rebelión provocada por nuestros enemigos, la hubiésemos expuesto para dar orientación y sentido a aquel levantamiento. Aunque ya un primer paso de descalabro se tuvo en la hora aquella en que los que habían de ponerse a las órdenes del negrinismo, impidieron, por el mismo sentido funesto de la responsabilidad, que una parte del oro del Banco de España fuese a parar a Cataluña en lugar de ir a parar a Rusia.
No basta eso del sentido de responsabilidad y de la sensatez ante las continuas provocaciones para absolver a quienes han sido factores de sometimiento ciego de las grandes masas confederales; ese sentido de responsabilidad y esa sensatez pueden traducirse mejor por complicidad o por cobardía ante enemigos a quienes debíamos habernos sentido tan poco ligados como al franquismo.
Se tomaban acuerdos, bajo la presión de abajo, del pueblo, pero los que cumplían tan al pie de la letra los acuerdos tomados en combinación con el Gobierno, hacían todo lo que estaba en su mano por evitar que fuesen puestos en práctica los tomados bajo la presión popular. Escribíamos en un informe de la F. A. I. (1):
(1) Pleno de Regionales del Movimiento libertario: Sobre la necesidad de reafirmar nuestra personalidad revolucionaria y de negar nuestro concurso a una obra de Gobierno necesariamente fatal para la guerra y para la revolución, por el Comité Peninsular de la F.A. I., septiembre de 1938.
"La acción del Partido comunista en la guerra, en el orden revolucionario y político, ha merecido el más absoluto repudio por parte del movimiento libertario, llegando éste a tomar acuerdos de la máxima energía.
En el pleno de Regionales de la C. N. T. , celebrado en Valencia a mediados de abril de 1937, se nombró una ponencia para estudiar la manera de neutralizar la descarada ofensiva desencadenada por el partido de las consignas contra las organizaciones libertarias, propiciándose medidas diversas, entre otras éstas:
a) Trabajar intensamente para conocer sus organizaciones secretas de represión y propaganda malsana y el modo como funcionan, para poder aprovechar, con oportunidad, todos los "affaires" en que intervengan o pretendan mediar. Toda esa labor debe llevarse con prudencia para evitar contratiempos perjudiciales y para sorprenderlos cuando tengamos necesidad de utilizarla.
b) Seguir con atención y minuciosidad la actuación de los que ocupen cargos oficiales, procurándose la mayor cantidad de datos respecto a sus actividades, que nos permitan demostrar la obra partidista que efectúan y la incapacidad de que puedan dar pruebas.
c) Dedicarse con afán a conocer en detalle el desenvolvimiento económico del Socorro Rojo Internacional, teniendo en cuenta que en nosotros existe el convencimiento fundado de que las cuantiosas recaudaciones que llevan a cabo, sirven exclusivamente para sus propagandas, estando ausente de su ánimo toda intención solidaria de la que públicamente hacen gala".
El pleno de Regionales de la C. N. T.‑F. A. I.‑Juventudes Libertarias, de Mayo de 1937, ha tomado acuerdos que dicten:
"Se acuerda: Atacar al Partido comunista en el orden nacional. Atacar en el plano local a quienes se hagan acreedores a ello, por su comportamiento en la localidad, provincia o región".
Glosando el contenido del manifiesto famoso Frente a la contrarrevolución. La C. N. T. a la conciencia de España, el Comité, Nacional de la C. N. T. ha hecho públicos algunos manifiestos de aguda crítica al Partido comunista, con títulos significativos: "El Partido de la contrarrevolución", "Procedimientos democráticos", "Los cuervos de la revolución", "Por sus obras los conoceréis", "Por encima de todo, la alianza revolucionaria de la clase obrera", etc.
Nuestro acuerdo entonces y ahora con aquella actitud no ha sido regateado. Estábamos plenamente identificados. Defendíamos nuestro movimiento contra sus más irreconciliables enemigos.
¿Hace falta mencionar la invasión de Aragón por tropas adictas al Partido comunista y su devastación de la obra constructiva y ejemplar de los campesinos aragoneses? Nosotros tenemos sobradas razones para afirmar que, sin la invasión de Aragón por las Divisiones de Lister y compañía, no se habría tenido la invasión posterior de los ejércitos fascistas.
¿Nos hemos olvidado de infamias como la de la nota del Bureau político, del Partido comunista el 31 de julio de 1937? El partido de la máxima irresponsabilidad no puede estar a nuestro lado y ser tratado de igual a igual. ¿Es que ha cambiado de procedimientos, de moral, de propósitos?
¿Y aquellos artículos de Frente Rojo contra nuestra obra económica y militar en Aragón? Comenzaba así, uno de ellos (14 de octubre de 1937): "El Gobierno del Frente popular ha hecho una entrada verdaderamente triunfal en Aragón. Los campesinos los saludaban alborozados y llenos de esperanzas. Aragón comienza a respetar y a sentir los beneficios de la nueva administración. Ha terminado, sin duda, una época odiosa y triste".
El lodo arrojado a espuertas por el Partido comunista y por su prensa contra nosotros hizo que nuestras organizaciones se cuadrasen enérgicamente exigiendo un mínimo de decencia y de responsabilidad. El Comité nacional de la C. N. T. rompió sus relaciones con el Partido comunista hasta tanto fuese rectificado el artículo en que se ensalzaba la criminalidad de Lister en Aragón y se echaba por tierra el esfuerzo gigantesco de los hombres de la C. N. T.
Hubo una larga serie de notas, de réplicas y contrarréplicas, pero en resumidas cuentas el Partido de las consignas no dió las explicaciones debidas ni desautorizó el contenido de la campaña de calumnias e injurias contra nosotros.
Sin embargo éramos un sector demasiado respetable para que nacional e internacionalmente pudiese aparecer como verídica la fortaleza de un Gobierno que no contase con la aprobación, el visto bueno o la adhesión del movimiento libertario.
Sin rectificar una sola de sus posiciones de hostilidad irreducible, el Partido comunista se preocupó de captar a los dirigentes de la C. N. T. para su política de apoyo al Gobierno, a fin de manipular y hacer cotizar esa adhesión de sellos de goma para su propia política de hegemonía. Y fue en la medida en que los camaradas del Comité Nacional de la C. N. T. dieron pie a esas sugestiones que el Comité peninsular de la F. A. I. se encontró en discrepancia cada vez mayor con la dirección del organismo confederal.
Suponemos que tampoco se habrá olvidado por la militancia libertaria el pacto de octubre de 1937 entre la C. N. T. y la U. G. T., desbaratado por los comunistas que lo interpretaron como "un pacto de lucha contra los Partidos políticos y el Gobierno" (resolución de la cuarta conferencia provincial de Valencia del P. C.).
Aquel pacto era una auténtica manifestación proletaria y revolucionaria. Había que echarlo abajo, porque entre otras cosas, significaba la desaparición o la decadencia irremediable del Partido comunista. Era preciso establecer otro que no fuese ni chicha ni limonada, que no diese ni frío ni calor, y ligarnos además al cadáver del Frente popular para que nuestra independencia fuese más hollada y ante el mundo se pudiera esgrimir la leyenda de la subordinación total de la España leal a su Gobierno supuestamente del Frente popular y a los trece puntos.
Toda esa serie de porquerías políticas, de abrazos y de unidad de acción en la sola línea del apoyo al Gobierno Negrín, no impide, por ejemplo, que el Partido comunista lance a las comisiones del partido la consigna de trabajar dentro de la C. N. T. para desmembrarla, llevar la descomposición a sus filas, influenciar a algunos compañeros de más o menos representación, etc, etc. Es verdad que el Comité Nacional de nuestra sindical ha denunciado esa maniobra, pero solamente en el papel. En la conducta cotidiana no se advierte la energía con que se reaccionaba en otros tiempos contra esa morbosidad. Y nuestras disidencias han crecido en la medida que vimos seguir a la C. N. T. la línea de conducta trazada por el Partido comunista.
Creemos que la incompatibilidad entre los objetivos y los métodos del Partido comunista y los del movimiento libertario es absoluta y que debe romperse toda relación con esos agentes del gobierno ruso causantes de nuestros mayores desastres.
Enumeramos algunas de las razones por las cuales hemos de delimitar perfectamente nuestra posición y declarar, como hemos pedido en vano al Comité Nacional que lo hiciera, que la C. N. T. , que el movimiento libertario tienen un ideal y un método perfectamente definidos y no tienen nada de común con la política dictada desde Rusia al Partido comunista, considerándola contrarrevolucionaria y nociva para la buena marcha de la guerra:
1) El Partido comunista ha combatido de una manera abiertamente contrarrevolucionaria la obra emprendida por las organizaciones obreras, pretextando que lo primero era ganar la guerra, sin advertir que al quitar a la guerra el calor popular, de cosa propia, tenía irremediablemente que dar los frutos que estamos viendo desde mayo de 1937.
2) El Partido comunista apoyó desvergonzadamente a los sectores políticos que habrían debido desaparecer después de Julio, buscando aliados y neófitos en los sectores de origen más dudoso desde el punto de vista antifascista.
3) El Partido comunista es enemigo de la autonomía de los sindicatos y les niega personalidad para intervenir como tales en la ordenación y en la transformación de la sociedad, misión que, según el, incumbe a los Partidos, a él mismo.
4) El Partido comunista ha empleado los medios más desleales para acrecentar las filas de la U. G. T. a fin de poder maniobrar desde ella con fines escisionistas y esterilizar también la obra directa de los Sindicatos.
5) Ha creado organizaciones amarillas para especular en su competencia con los socialistas por el dominio de la U. G. T. Ahí tenemos el caso de la Federación provincial de campesinos de Valencia.
6) El Partido comunista ha obstruído el desarrollo de las colectividades agrarias e industriales y ha utilizado todos los medios, las fuerzas de orden público, incluso el ejército, para destruír las que se habían creado y prosperaban. Ha aprovechado su entrada en el Ministerio de agricultura para negar créditos, abonos y semillas á las colectividades de la C. N. T. Ha utilizado la Unión de Rabassaires para sembrar la cizaña en el campo catalán.
7) El Partido comunista ha esgrimido el chantage de la ayuda rusa para producir los cambios políticos que consideraba más convenientes a su desarrollo en detrimento de los otros sectores.
8) El Partido comunista ha utilizado el aparato burocrático y represivo del Estado para eliminar a sus adversarios políticos con grave daño para la causa antifascista. Baste recordar los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona, la persecución y la anulación del P. O. U. M. y el asesinato de militantes como Andrés Nin.
9) Han hecho del ministerio de Estado un apéndice diplomático de las relaciones exteriores de la U. R. S. S., con evidente desprestigio para España, que se ha visto así aislada del mundo.
10) El Partido comunista ha intervenido en los Comités de enlace para anular la acción de la U. G. T. como sindical que había de verse forzosamente impulsada por nosotros en base a la unidad de intereses y de aspiraciones del proletariado.
11) El Partido comunista ha explotado inicuamente a nuestro país con el negocio de las armas en las condiciones más desventajosas y ha facilitado la adquisición de nuestros stocks de mercaderías a precios irrisorios, sin contar el robo por el espionaje ruso de nuestros secretos de fabricación industrial.
12) El Partido comunista ha paralizado y castrado por todos los medios la iniciativa creadora del pueblo español para que tengamos forzosamente que ser tributarios del comercio exterior ruso.
Es inútil que prosigamos en esta enumeración repulsiva. El Partido comunista ha sido el mayor enemigo de la revolución en España y no ha vacilado en el empleo de los medios más reprobables y más criminales, el asesinato, la difamación, las persecuciones y las torturas, para poner obstáculos a nuestro avance social.
Todo esto es bien sabido del movimiento libertario. Lo que importa es deducir las enseñanzas y obrar en consecuencia... "
Sobraban hechos y argumentos todos los días para justificar la rebelión armada o por lo menos la delimitación de responsabilidades frente al Gobierno Negrín. No los callábamos esos hechos y esos argumentos, pero la Celestina de la guerra, como la llamó Largo Caballero, servía para ocultar todas las infamias, todas las complicidades, todas las cobardías.
Uno de los aspectos que más nos sublevaba era la introducción de los métodos policiales rusos en nuestra política interior. Las torturas, los asesinatos irresponsables, las cárceles clandestinas, la ferocidad con la víctimas culpables o inocentes estaban a la orden del día. Era imposible tolerar y aplaudir a un Gobierno que había superado los tradicionales rigores de la Guardia civil contra los perseguidos. Hasta en ese aspecto nos igualábamos al enemigo a quien combatíamos, pues también allí la Gestapo alemana y la Ovra italiana habían impuesto sus procedimientos de persecución y de eliminación de adversarios. En la España leal, en lugar de la Gestapo y la Ovra, teníamos la G. P. U. rusa. Nombres diversos y una sola bestialidad verdadera.
Lo ocurrido en las tchekas comunistas de la España republicana cuesta trabajo creerlo. En el Hotel Colón de Barcelona, en el Casal Carlos Marx, en la Puerta del Angel 24, y en la de Villamajor 5, todos de Barcelona, como en el Convento de Santa Ursula en Valencia, en el castillo de Castelldefels, en Chinchilla, etc., etc., se perpetraban crímenes que no tienen antecedentes en la historia de la inquisición española, que tiene bastante que contar, sin embargo. ¿Ibamos nosotros a silenciar esos hechos, asumiendo ante la historia la mancha de complicidad o de cobardía? A Ministros en ejercicio del Gobierno Negrín hemos dicho con todas las letras el juicio que merecía su pasividad y su ceguera voluntaria. Se ha deshonrado la revolución española y la guerra al fascismo con los procedimientos policiales desde la Dirección General de Seguridad, desde el Servicio de Investigación Militar, desde las tchekas privadas, de partido. Se ha herido lo más sagrado del alma popular y se ha puesto a la España eterna contra un régimen que auspiciaba o toleraba esos horrores. El ayuntamiento de Castelldefels tuvo que protestar por la serie de cadáveres que dejaba en la carretera todas las noches la tcheka del castillo. Hubo días en que se encontraron 16 hombres asesinados, todos antifascistas, pero contrarios al comunismo.
Hemos denunciando una de las mil monstruosidades, la del asesinato de 80 personas en Turón, Andalucía (1). He aquí el caso:
(1) Informe sobre la intervención del partidismo en las cosas de orden público y anormalidades de esos servicios, por el Comité peninsular de la F. A. I., septiembre de 1938. Anexo 2°.
"Desde hace tiempo vienen recibiéndose denuncias mas o menos concretas sobre la actuación de los elementos comunistas en toda la región andaluza, y especialmente en los sectores ocupados por unidades militares bajo el mando del Partido comunista.
Uno de los sectores más afectados es el ocupado por las fuerzas del XXIII Cuerpo de ejército, el cual se halla bajo el mando del conocido comunista teniente coronel Galán. El mencionado sector se distingue por la facilidad pasmosa con que desaparecen allí los elementos no afectos al Partido, elementos que unas veces pueden calificarse de indiferentes y otras de francamente izquierdistas. Tal el caso de un socialista del pueblo de Peters, elemento de viejo historial revolucionario, al cual le fue aplicada la ley de fugas (junto con otros cinco detenidos del citado pueblo) por Bailén, capitán de información del citado Cuerpo de ejército, individuo de pésimos antecedentes que, con anterioridad al movimiento, se dedicaba a cobrar contribuciones como agente ejecutivo, siendo el peor de toda la región, y que en la actualidad se dedica a limpiar la zona de los elementos que pueden comprometerlo.
El fusilamiento antes mencionado se llevó a cabo por orden del jefe del XXIII Cuerpo de ejército, a pesar de la intervención del Comité provincial socialista de Almería, del Gobernador civil de la misma y del coronel Menoyo, el cual llegó a hablar directamente con el Ministro de Defensa (Prieto), quien dió orden de detención directamente contra el citado capitán (1). En la actualidad el Partido comunista está trabajando activamente por echar tierra al asunto, valiéndose de todos cuantos medios tiene a su alcance".
(1) Seguramente ha logrado lo que con su orden de detención del "Negus", un maestro comunista, comandante del ejército, que andaba visitando los cuarteles generales para incitarles a una rebelión contra Prieto. El Partido Comunista amparó a su afiliado, se comprobaron todos los cargos que le hacía el Ministro de Defensa, y no obstante, la orden de detención no fue cumplida. Véase el informe de Prieto, Cómo y por qué salí del Ministerio de Defensa Nacional. Intrigas de los rusos en España, Pág. 23.
Este caso, con ser muy grave, es poca cosa comparado con el que vamos a relatar a continuación:
"Un buen día se recibe en las brigadas pertenecientes al XXIII Cuerpo de ejército una orden de éste para que cada brigada mandase un pelotón o escuadra de gente probada como antifascista. Así se hace y se le dan instrucciones completas para que marchen a Turón, pueblecito de la Alpujarra granadina de unos 2.500 habitantes. Se les dice que hay que eliminar a fascistas para el bien de la causa. Llegan a Turón los designados por cada brigada y matan a 80 personas, entre las cuales la mayoría no tenía absolutamente porque sufrir esa pena, pues no era desafecta y mucho menos peligrosa, dándose el caso de que elementos de la C. N. T. , del Partido socialista y de otros sectores mataron a compañeros de su propia organización, ignorando que eran tales y creyendo que obraban en justicia, como les habían indicado sus superiores. También hay casos de violación de las hijas para evitar que sus padres fuesen asesinados. Y lo más repugnante fue la forma de llevar a cabo dichos actos, en pleno día y ante todo el mundo, pasando una ola de terror trágico por toda aquella comarca. Se estaba construyendo la carretera de Turón a Murtas y los muertos fueron enterrados en la caja misma de la carretera. Se pretendió silenciar la cosa, pero ante la presión de la opinión pública, el Tribunal permanente del Ejército de Andalucía no pudo permanecer impasible y se ordenó la instrucción de las primeras diligencias. Se desenterraron 35 cadáveres, renunciando a desenterrar el resto, pues ello suponía la destrucción total de la carretera en que estaban enterrados.
Ese Tribunal empieza a tomar declaraciones y al comprobar que las ordenes partieron del jefe del XXIII Cuerpo de ejército, Galán (especie de virrey de Andalucía) que era, todo obra del mismo, suspendió sus actuaciones para comunicar al Gobierno lo que había y pedirle instrucciones".
Era Ministro de Defensa Nacional el Dr. Negrín, y la prueba del caso que habrá hecho a denuncias de esa especie, es que dió a Galán, en ocasión de la increíble provocación de marzo de 1939, uno de los mandos más importantes en su proyecto de golpe de Estado en la región Centro y Levante, después de la caída de Cataluña.
Fue nuestro compañero Maroto, enérgico militante de la región murciana, contra el cual se desataron tan furiosas invectivas, el que más enérgicamente ha pedido a las propias organizaciones su intervención para aclarar los asesinatos de Turón y obrar luego en consecuencia con los asesinos.
De un folleto dado a la publicidad a fines de 1937, entresacamos los fragmentos que siguen, como apéndice a una descripción minuciosa de los horrores de Santa Ursula en Valencia:
"El cinismo y la crueldad de la G. U. P. staliniana supera a cuantos métodos represivos se han conocido hasta la fecha. Jamás tuvieron en cuenta la condición de los detenidos. Sanos o enfermos, hombres o mujeres, fascistas o antifascistas, todos eran lo mismo para la brigada especial. Y lo peor del caso es que todos aquellos sacrificios no servían para nada. Una vez obtenidas las declaraciones deseadas y firmadas y rubricadas, los presos eran abandonados y olvidados en los sombríos dormitorios de Santa Ursula. Los procesos no acababan de llegar jamás. Y es comprensible. La policía sabía demasiado que las víctimas denunciarían ante los Tribunales los atropellos y los crímenes cometidos, que rechazarían el atestado firmado entre contorsiones de dolor, que se transformarían en acusadores implacables.
Pero Santa Ursula no podía conservar el secreto indefinidamente. Ni podía albergar tanto dolor. La verdad acabaría por filtrirse a través de las paredes más gruesas y de las puertas mejor cerradas.
Los relatos trágicos y sangrientos llegaron a las organizaciones obreras y a la publicidad. La prensa clandestina de los núcleos revolucionarios y la prensa obrera del extranjero publicó versiones de los atropellos cometidos en Santa Ursula. El Gobierno se vio precisado a intervenir. Pero una intervención tardía y débil. No iba al fondo del asunto. Los stalinistas continuaban en el Gobierno y no era cuestión de plantear una ruptura demasiado pronto. Además: ahí estaban los expedientes y los atestados falsificados y arrancados a la fuerza, como es natural, para tapar las bocas indiscretas y los espíritus demasiado suspicaces.
Pero el Gobierno ignora hasta la fecha que una gran parte de sus propios proveedores de material de guerra, de sus técnicos industriales y militares han sido detenidos en Santa Ursula y otros han desaparecido para siempre. Vinieron a España con todas las garantías, personales y económicas. En la Embajada de París les facilitaron todas las credenciales, papeles y contratos necesarios. Y hoy han desaparecido. El Gobierno les cree en el extranjero. Pero cometieron el delito de ser concurrentes especializados de la Rusia amiga. Y la brigada especial se encargó de suprimirlos.
A Santa Ursula acudieron a menudo comisionados del gobierno e incluso representantes de las organizaciones obreras. Una vez, Irujo, el Ministro de Justicia, en persona ... "Nunca han visto los visitantes ni la cueva de los cadáveres, ni los "armarios", ni los presos maltratados".
Típico es el relato de un muchacho de la F. A. I.; J. H. Trafalgar, miliciano de las primeras filas del frente de Aragón, a quien conocíamos. Se le acusó de haber atacado un Centro de Estat Catalá a pistola y bombas de mano, en los días de mayo de 1937. Dos veces herido en el frente. Fue detenido meses más tarde y llevado a una tcheka de la calle Córcega, donde hacía de jefe un tal Gaspar Dalmau Carbonell, comunista. Pasó allí 28 días, los primeros ocho sin probar un bocado. No pudiendo achacarle nada, se dió orden de ponerlo en libertad, pero al llegar a la Jefatura de policía, esperaba un coche con agentes de la tcheka que lo devolvieron a la calle Córcega. En los papeles figuraba su libertad; ahora estaba en manos de sus verdugos sin ningún contratiempo posible. Dejemos la palabra a la víctima:
"Por la noche, poco más o menos a las doce, fuí trasladado al piso superior para sufrir un interrogatorio. Primero y muy atentamente se me comunicó que la denuncia anterior había sido retirada y que ahora se me acusaba de haber tomado parte directamente o por lo menos en la preparación del atentado contra Andreu, el presidente de la Audiencia de Barcelona.
Expliqué dónde había pasado el día del atentado, afirmé que nada sabía del mismo y que lo condenaba como lo hacía la organizaciones a través de la Solidaridad Obrera.
De nada sirvieron mis afirmaciones. Los policías de la tcheka decían que yo estaba en el secreto del atentado. Que si "cantaba" sería puesto en libertad, conducido al extranjero y que se me pagaría espléndidamente. Que si era un poco inteligente debía delatar a los que había tomado parte en el hecho o por lo menos a los que podían haber intervenido en el atentado.
En caso contrario se me amenazaba con el consabido "paseo".
Las preguntas que comenzaron en tono cordial y dulzón fueron agriándose poco a poco. El ambiente teatral a más no poder estaba en consonancia con el carácter del interrogatorio. A mi alrededor Dalmau con su sonrisa sarcástica, Calero jugando con un puñal, y otros varios, en diferentes posturas. En la mesa, a poco más de un metro de distancia un potentísimo foco luminoso orientado hacia nosotros. El resto de la habitación completamente a obscuras.
Los policías preguntaban todos a coro y sobre diferentes cuestiones. Al mismo tiempo en la obscuridad y detrás de un biombo una voz acusadora afirmaba haberme visto el día del atentado en un coche particular frente al Palacio de Justicia. A mis continuos requerimientos de que diese la cara, se negó a salir alegando el temor a una futura venganza mía.
El espectáculo era capaz de triturar los nervios al más fuerte. El cansancio, la debilidad, las preguntas, los insultos, el foco eléctrico, el puñal se mezclaban en mi cerebro bailando una danza de locura. Al final, desesperado, convencido de que acabarían por matarme, deseoso de terminar aquella pesadilla cuanto antes, confesé: "Sí, he sido yo". Pero la declaración no interesaba a los policías.
Sabían perfectamente que no había tomado parte. Lo que a ellos les interesaba era saber el nombre de los verdaderos autores. Y continuaron insistiendo, en ese sentido. Mi respuesta fue contundente: "Sí; he sido yo, con Azaña y Companys". Era el hundimiento de sus esperanzas. Tuvieron que darse por vencidos. Había llegado el momento de cambiar de procedimientos.
Dalmau se levantó. "Ya sabéis lo que tenéis que hacer", dijo a sus subordinados. Los policías sacaron las pistolas y pusieron la bala en la recámara. Aquello era el principio del fin. Calero intentaba esposarme las muñecas a las espaldas. Mi reloj pulsera impedía la maniobra. Tranquilamente me desabrocho el reloj y se lo entrego a Calero: "Toma, para que me des el tiro de gracia lo antes posible".
Bajamos al segundo piso. Me hicieron entrar en el cuarto de baño. Supuse que querían evitar que el ruido de los disparos llegase a la calle. Pero los policías no parecían tener prisa. Echaron una pastilla de jabón a la bañera y abrieron los grifos. El jabón era de marca francesa. La pastilla era grande. Pesaría un kilo al menos. Yo contemplaba la escena sin llegar a comprender las verdaderas intenciones de aquellos hombres. El ruido fuerte y monótono del agua al caer en la bañera golpeaba sobre mi cansancio contagiándome unas ganas locas de dormir.
Terminados aquellos preparativos, recomenzó el interrogatorio. Una mezcla de amenazas y de consejos. "No seas tonto, confiesa, que te quedan ya pocos minutos de vida". La idea de la muerte estaba en todas las palabras. Yo deseaba que aquello terminase de una vez. Tenía un verdadero deseo de sentir sobre mis sienes el frío contacto de las pistolas de los policías. Pero mis interrogadores tenían intenciones más refinadas. ¡Cómo no lo había comprendido antes! A la media hora el agua había llenado la bañera por completo. Después de una última pregunta, se dirigió a sus compañeros: "Habrá que meterlo, ¿no os parece?". Y me vi en el aire, la cabeza hacia abajo y los pies hacia el techo. Comenzaba la verdadera tortura. Una nueva pregunta, mientras la cabeza rozaba la superficie del agua. Como es natural, la respuesta fué idéntica a las anteriores. Y pocos recuerdos claros me quedan ya.
Mi cabeza fue sumergida hasta llegar al fondo de la bañera.
Recuerdo que las muñecas, hinchadas por la presión de las esposas, me dolían extraordinariamente. Debí haber realizado estúpidos e inconscientes esfuerzos para soltarme. En el fondo de la bañera traté de resistir lo indecible. Aguanté la respiración unos segundos que parecieron siglos. Después ya no pude aguantar mas. Me faltaba aire. Empecé a tragar agua. Por todas partes. Por la boca, por la nariz, por los oídos. Tuve la sensación de que el agua me llegaba al mismo cerebro. Perdí el control de la voluntad. Solo quedaba ya el instinto de conservación defendiéndose brutal y apasionadamente.
Tengo el obscuro recuerdo de que comencé a golpear con todo el cuerpo, con la cabeza, los hombros, los brazos. Perdí el conocimiento. No puedo imaginarme el tiempo que pasé en esa situación. Cuando volví en mí estaba fuera del agua y echado sobre una silla tapizada, colgando las piernas por un lado y la cabeza por otro. Había vomitado extraordinariamente. El jabón era un excelente vomitivo. Todo el cuerpo me dolía.
La cabeza me daba vueltas como si estuviera beodo. Cuando las ideas comenzaban a articularse de nuevo, los policías volvieron a atropellarme con sus preguntas ...
Ante el fracaso del interrogatorio fuí metido otra vez en la bañera en medio de las injurias y de los juramentos de los policías. Esta vez tardé pocos segundos en perder el conocimiento. Cuando volví a recobrarlo estaba vomitando, echado sobre la silla. Los policías habían perdido también el control de sus nervios y se mostraban con toda la brutalidad de que eran capaces. Me golpeaban a puñetazos y a puntapies con frases groseras ...
Un poco más apaciguados continuaron sus monótonas preguntas. Yo estaba tan destrozado por dentro y por fuera que no podía contestar siquiera. Dispuesto a terminar de una vez para siempre, recurriendo a las pocas fuerzas que me quedaban, me levanté y me dejé caer pesadamente en la bañera. Era preferible morir ahogado que seguir soportando aquel tormento.
Cuando volví a recobrar el conocimiento estaba en otra habitación. Los policías me habían desnudado y echado sobre un colchón. Se llevaron las ropas y los zapatos. Así permanecí cuatro días. En ese tiempo no pude comer y tardé ocho días en levantarme de la cama. Tal era mi lamentable postración física. Los policías no se dieron por vencidos. Durante esos ocho días se presentaban cada hora o cada media hora a mi habitación a tomarme declaración. Creo que desfilaron todos los agentes de la tcheka, con preguntas parecidas y con el mismo corolario: el cuarto de baño.
En el transcurso de aquel desfile pude comprobar que los policías se habían repartido mis mejores prendas de vestir y mis objetos personales. Uno llevaba mi pulsera, otro mi sortija, un tercero el cinto, un cuarto alumbraba sus cigarros con mi mechero ...
No había duda, además de verdugos eran unos vulgares ladrones ...
Un poco más restablecido fuí nuevamente llamado al tercer piso para declarar. El hecho se repitió otras dos veces. Vivía los nervios en punta, convencido de que aquellas declaraciones acabarían fatalmente en el cuarto de baño. Afortunadamente me equivoqué. Una noche me mandaron subir a un coche particular. Ibamos, según los policías, a verificar un careo con mi acusador. Comprendí bien. El coche enfocó por la calle Salmerón y se dirigió hacia la Rabasada. Fuera de Barcelona encontramos otro coche parado en medio de la carretera. Seguramente nos estaba esperando. Me obligaron a descender. Me llevaron a la cuneta; la carretera estaba a obscuras. Los focos de los coches iluminaban el lado opuesto. Vi claramente que había llegado mi fin.
Del coche delantero descendieron tres hombres que se dirigieron hacia nosotros. Uno de ellos dijo haberme visto el día del atentado desde un coche particular que estaba parado frente al Palacio de Justicia. Los policías sonreían satisfechos. Era el testigo que yo había exigido para declararme reo. Dándome un golpecito en la espalda, me dijeron: "Puedes prepararte a morir". Respondí con toda violencia. Podían matarme cuando les viniese en gana. La organización sabría luego lo que tendría que hacer.
Al pasar por los calabozos de la Jefatura había encontrado compañeros y había podido avisar a la Comisión jurídica y a mi grupo.
No me importaba morir. La pérdida de mi persona tenía poca importancia para el movimiento. Además estaba seguro de que no tardaría en ser vengado.
Me ofrecieron la última oportunidad para salvar la vida: delatar a los autores o cómplices míos, como decían. Si me rehusaba, se verían obligados a pegarme un tiro, a matarme como a un perro.
Me mantuve impertérrito. Si había llegado hasta allí, bien podía llegar hasta el final.
Me obligaron a subir nuevamente al coche y regresamos. Habían encontrado la fórmula: "Te vamos a dar un día mas para recapacitar"...
Algo se supo hacia afuera, por diversas caminos. Era imposible matar a ese hombre sin provocar venganzas de los amigos. Fue rodando por varias cárceles y luego cayó de nuevo en la de Barcelona, donde quedó retenido gubernativamente y donde escribió el relato transcrito, que circuló clandestinamente con otros documentos por el estilo, pero del cual se enviaron copias a las autoridades.
Con motivo de un violento incidente con el comunista Cazorla, — Consejero delegado de orden público de la Junta de Defensa de Madrid, el mismo personaje que, siendo gobernador de Guadalajara, ha motivado una posición de incompatibilidad de todos los partidos y organizaciones contra sus funciones, inspirador de la brigada especial de Santa Ursula —, nuestros compañeros del Centro hablaron con claridad meridiana y sacaron a relucir las infamias que se cometían con los presos, resucitando los métodos de Martínez Anido y Arlegui, las detenciones de antifascistas no comunistas, los secuestros, los asesinatos. Se declaró una vez que no había presos gubernativos, en la fecha en que el mencionado Cazorla era Consejero de orden público, y los hombres del movimiento libertario dieron cifras concretas de las prisiones de Ventas, de San Anton, de Porlier, de Duque de Sexto, de Alcalá de Henares. Había en esas prisiones:
30 de enero de 1937 | ................... | 2.727 | presos gubernativos |
10 de febrero de 1937 | ................... | 2.587 |
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26 de febrero de 1937 | ................... | 1.761 |
" " |
Y además, el 10 de febrero del mismo año, 348 mujeres, el 26 de febrero 255.
También se dan cifras concretas de los presos evacuados de las prisiones de Madrid, ignorándose su destino, en la seguridad de que fueron ultimados. Pero no se crea que se trataba de presos fascistas; había tantos antifascistas no comunistas como partidarios notorios de la rebelión militar. Si hubo un trato diferente, fue en favor de los presos fascistas, protegidos y mimados mientras podían comprarse el trato de favor e incluso la libertad.
Que defiendan esos procedimientos policiales los que los han aplicado. Nosotros denunciábamos que por ese camino no podíamos llegar más que al triunfo de Franco, porque nos privábamos del auxilio y de la adhesión del pueblo. Y no nos hemos equivocado. Si algo concreto se supo sobre esos métodos, fue por obra nuestra. Los demás partidos y organizaciones, aun disgustados, han callado, porque, decían, así lo exigía la guerra. Nosotros entendíamos que la guerra exigía todo lo contrario: la terminación de esos horrores enseñados y organizados por los comunistas rusos y el castigo fulminante de cuantos se habían prestado, desde puestos directivos o como simples instrumentos, a deshonrar nuestra guerra y a deshonrar nuestra revolución.
No es ningún atenuante el que en la zona de Franco las cosas hayan sido más horribles aun; las descripciones que se han hecho (1), parten el alma; pero el empleo de los mismos procedimientos bajo la bandera de la República nos llena de vergüenza, aun cuando no hemos pecado ni siquiera por el delito del silenciamiento de esos crímenes.
(1) Antonio Bahamonde y Sánchez de Castro: Un año con Queipo. Memorias de un nacionalista. Buenos Aires, 1938. — Ruiz Vilaplana: Doy fe... Un año de actuación en la España nacionalista.
La mayor parte de la escuadra quedo en poder del Gobierno de la República, no ciertamente por obra de ese gobierno, sino de la marinería. Existía ya en la marina, en cada barco, un pequeño núcleo clandestino, que enlazaba, con los núcleos de los otros barcos, constituyendo un Consejo central con sede en el crucero "Libertad". Esos núcleos eran compuestos por cinco o diez cabos de mar y marineros, socialistas y anarquistas, sobre todo, cada cual en relación con sus respectivas organizaciones nacionales.
Ya el 12 de julio se previno a esos grupos clandestinos sobre un probable levantamiento militar para el 20 del mismo mes. Esa noticia motivó, una reunión de grupos el día 13 en El Ferrol, con la asistencia de representaciones del "Libertad", "Cervantes", "Cervera", "España", "Velasco", Arsenal y Escuelas de marinería. Los acuerdos fueron comunicados al "Jaime Iº", que se encontraba en Santander, y a la flotilla de destructores que había en Cartagena.
Estalló el 17 de julio la rebelión en Marruecos y, el Gobierno de la República, sin tener informe alguno sobre la actitud de la escuadra, hizo salir de El Ferrol dos cruceros hacia el Sur. Los barcos no se perdieron porque la marinería estaba al corriente de lo que iba a pasar y se apoderó de los cruceros deteniendo a su oficialidad comprometida, órdenes que habían recibido por radio, siempre al margen del Gobierno, por iniciativa del radiotelegrafista Balboa. Con las unidades de la escuadra que había en El Ferrol, esa base pertenecía a la causa antifascista, pero al salir los dos cruceros hacia el Sur, las dotaciones del "Cervera" y del "España" quedaron indefensas. Del Arsenal salió una compañía a la calle al mando del maestre Manso; pero El Ferrol era una plaza fuerte con 8 regimientos de guarnición, y el "Cervera" y el "España" no pudieron hacer uso de su artillería por encontrarse el primero en dique seco, y el segundo por carecer de munición. El "Canarias" y el "Baleares", que estaban a punto de ser terminados, quedaron también allí. Esa gran base naval pasó a manos de los rebeldes.
Como quiera que sea, la marinería salvó una buena parte de la escuadra, quedando en posesión de un acorazado, el "Jaime I°", tres cruceros, 10 destructores, 12 submarinos (6 tipo B y seis tipo C), los buques auxiliares Lobo, Tofiño, Artabro, 3 torpederos, 4 guardacostas, etc. La flota rebelde tuvo un acorazado, 3 cruceros, un destructor, 2 torpederos, submarinos alemanes e italianos.
Al principio se tenía la ventaja del dominio del estrecho, a causa de los dos cruceros enviados a reprimir el levantamiento de Marruecos, aunque faltaban bases adecuadas próximas. Pero despues el Gobierno hizo salir hacia el Norte las unidades que guardaban el estrecho y el enemigo se posesionó de él desde sus bases de Cádiz y de Ceuta. Cuando la escuadra estaba en manos de la marinería y de los técnicos leales, se pidió al Ministro de Marina, Indalecio Prieto, que fuese fortificada Málaga como base para las operaciones navales sobre el Estrecho; no fueron atendidos, y hubo que llegar a Cartagena.
No habíamos quedado, pues, en situación desfavorable; equilibrábamos con ventaja nuestra flota con la del enemigo. Con la diferencia a nuestro favor del sano heroísmo y la audacia de los nuevos jefes de la escuadra, fervientes revolucionarios, capaces de todos los sacrificios.
Tenía el movimiento libertario una representación mayoritaria en la marina. Se inició en seguida una cruzada contra los que habían salvado del enemigo las unidades con que contábamos. Se les fue desplazando poco a poco, y ya desde mediados de 1937 se les desembarcaba abiertamente, quedando a bordo casi exclusivamente comunistas y comunizantes, no obstante tener Prieto a un Comisario de la flota de su confianza.
Los rusos hicieron desde el primer día presa en la escuadra. El Ministro de Marina, que no disponía tampoco de personal asesor, quedó descartado de hecho y se obró como convino a los planes de dominio moscovitas, que pusieron en todas partes los mandos de su elección.
Fuera de los primeros instantes, no tuvimos nunca iniciativa en el orden naval, y sólo fuimos de descalabro en descalabro, hasta quedar en situación de inferioridad. Se nos habló de indisciplina cuando los barcos estaban en manos de sus salvadores, pero toda la historia de nuestra escuadra durante la guerra fue un rosario permanente de arbitrariedades y de errores garrafales. Perdimos las mejores unidades por desobediencia de los rusos y de sus paniaguados (caso del "Ciscar" en el Musel, que narra Prieto mismo, Ministro de Defensa), por sabotaje de los elementos fascistas mil veces denunciados y, sin embargo, protegidos por los rusos y por el Gobierno de la república (caso del acorazado "Jaime I°"), por incompetencia y cobardía de los mandos, por órdenes absurdas de las autoridades de la marina ("J. L. Diez").
Bajo la protección de los rusos — ocho eran los que actuaban de una manera más destacada, uno en el Estado Mayor de la base de Cartagena, otro en el Ministerio de Marina de Valencia, otro en la flotilla de destructores, etc., etc. —, y de los agentes de Prieto, abanderados de la "disciplina", quedaron en la escuadra, en los servicios de la base de Cartagena, en la administración naval, etc., mas elementos afectos a los rebeldes que en el mismo ejército de tierra. Pero para que esos elementos quedasen operando al servicio del enemigo fue preciso descartar casi totalmente la influencia que la vieja marinería del 19 de julio tenía en los barcos, y con más razón tenían que estorbar los oficiales antifascistas no comunistas. El 15 de diciembre de 1938 el Estado Mayor de la marina estaba completamente compuesto por comunistas, a excepción del segundo jefe, el comandante J. Sánchez, buen técnico en materia naval. He aquí la composición de ese Estado Mayor a las órdenes del ruso "Nicolás":
Jefe: Pedro Prados, teniente de navío, habilitado de Coronel; Manuel Palma, auxiliar de oficinas, habilitado de coronel; José Santana, auxiliar de oficinas, habilitado de comandante; Tomás Martín, auxiliar de oficinas, habilitado de comandante, López Rugero, auxiliar de oficinas, habilitado de comandante; Mariano Pérez, fogonero, habilitado de comandante; Magallanes, cabo de artillería, habilitado de comandante; etc., etc.
Como se ve, el argumento esgrimido contra la dirección de los barcos por la marinería era demasiados flojo, puesto que se ha elevado al Estado Mayor de la marina a auxiliares de oficina habilitados de coroneles y comandantes, a fogoneros, etc.
Un oficial de marina, antifascista libertario, ha hecho el 5 de setiembre de 1938 este resumen de la actuación de la escuadra:
"La escuadra ha tenido las siguientes fases:
Los primeros meses del movimiento combatió eficazmente y con intensidad. El Cantábrico, el Atlántico, el Mediterráneo, fueron completamente suyos. Tuvimos la fatalidad de que nos faltase el Estado Mayor organizado y competente o un Ministro que supiese lo que traía entre manos.
La pequeña flota que tenían los facciosos no la podían desplazar del Cantábrico, cosa que, si hicieron luego, fue debido a que en el transcurso del tiempo la fortalecieron, terminando de reparar el acorazado "España", luego hundido, y el "Canarias", reforzándola mucho después con un crucero que mejoraron los alemanes en Cádiz y que se llamaba "República" (hoy "Navarra") y con tres destructores cedidos por Italia, el "Sanjurjo", el "Melilla" y el "Teruel". Estos, con el destructor "Velasco" y el crucero "Almirante Cervera", componían las flota de combate rebelde, más los submarinos que Italia y Alemania ponían a su disposición.
En aquella primera etapa la flota no se empleó racionalmente, y así veíamos a unos buques operando aislados en el Estrecho, a otros en Africa, a otros en pleno Mediterráneo o en el Cantábrico, queriendo abarcar todos los frentes del mar y no rindiendo labor positiva en ninguno, aparte de las operaciones de castigo y de vigilancia, que se efectuaban sin ton ni son. Se nos ocurre preguntar: Si a los dos meses escasos del movimiento el acorazado "Jaime I", los cruceros "Cervantes", "Libertad" y "Méndez Núñez", los diez destructores que teníamos y los buques auxiliares con tropas se hubieran empleado un buen día a fondo sobre Mallorca ¿sería esa isla de los rebeldes y de los italianos? En menos de veinticuatro horas, Mallorca, que se encontraba indefensa, se hubiera rendido o no hubiese quedado piedra sobre piedra... Pero no caigamos en el análisis de los errores pasados, ya que no conseguiremos poner de relieve más que la incapacidad de nuestros políticos dirigentes.
Se reorganiza la flota en Cartagena al cabo casi de un año de guerra; se dio el mando de la misma a un tal Buiza, en unión de unos cuantos rusos y de Bruno Alonso. Crearon una ola de terror contra los "indisciplinados", pero la flota no actuó ni poco ni mucho. Su estancamiento y su desorientación fue mucho mayor que cuando ninguno de esos elementos había pisado todavía la cubierta de los barcos, aun a pesar de haber reforzado su potencialidad con cuatro destructores que había en construcción. Se consagró la escuadra a acompañar convoyes que venían de Rusia o del Norte de Africa, pero sin tomar ninguna otra iniciativa. Dos factores intervinieron en esta situación: el miedo y la incompetencia de los dirigentes y la manifiesta incapacidad de los marinos rusos. De ese estancamiento no salió hasta que Buiza y los rusos fueron privados de los mandos en la flota y desembarcados. El actual jefe de la misma, Luis González Ubieta, puso en práctica la batalla del Cabo Palos, donde el enemigo perdió el crucero "Baleares". Después la escuadra volvió a Cartagena, hace ya seis meses, y no ha vuelto a actuar. ¿Qué ha pasado aquí? Petróleo tenemos, municiones tenemos, torpedos tenemos, dotaciones igual. El enemigo está ahí, más debilitado por la pérdida del "Baleares" ¿Por qué, no se combate? ¿Por qué no se persigue y destruye al enemigo? No será porque éste se halle escondido. Actúa a diario. En el corte de Levante por Vinaroz nuestra escuadra no salió de Cartagena y la enemiga fue libremente empleada. El día de la toma de Castellón por el enemigo, nuestra escuadra estaba anclada en Cartagena y la fascista estuvo en su puesto de lucha. Nuestras fuerzas de tierra rebasaron Motril y nuestra escuadra no salió de Cartagena para cooperar en la operación. La escuadra facciosa bombardea Rosas, Valencia, Barcelona, y nuestra escuadra sigue inmóvil en su base. ¿Culpa de la escuadra? ¿Culpa de su jefe? No. La escuadra va donde se le manda, aunque sea al sacrificio total. La culpa, pues, no es de la escuadra. ¿Quién está por encima de ella? El Estado Mayor de Marina en Barcelona. ¿Quién tiene la jefatura de ese Estado Mayor? Pedro Prado Mendizábal, comunista, protegido por la embajada rusa, el más inepto de todos los oficiales de la marina. Estuvo de comandante en el "Méndez Núñez" una corta temporada, y lo convirtió en una célula comunista. Estuvo en Rusia en comisión y en pago de su fidelidad staliniana le vemos de repente convertido en Jefe del Estado Mayor de la Marina. No puede extrañar que gente de esa calidad no sepa qué hacer con la escuadra. Sólo se la emplea para trasladar oro y plata de Cartagena a Barcelona."
La escuadra ha servido finalmente para la fuga de numerosos responsables de la política naval, aérea y terrestre, cuando los numantinos del Gobierno Negrin fallaron en su último ensayo de continuar su obra de destrucción en la zona de Levante y del Centro, después de haber aniquilado a Cataluña.
Numerosas fueron las sugerencias para que volviese a nuestras manos la iniciativa naval, para mejorar la situación en la escuadra y darle más eficiencia. Los rusos hicieron en este dominio lo mismo que en la aviación y lo mismo que en el ejército de tierra: buena obra de captación política para su política de hegemonía partidista, pero ninguna en cuanto a afrontar al enemigo victoriosamente.