Los que no habían contraído ningún compromiso secreto para que la guerra terminase en un desastre, es decir, las gentes honestas, de espíritu liberal y progresivo, de mediana capacidad de reflexión, los que habían conservado un mínimo de personalidad independiente, comprendían que la situación era grave, que no se podía continuar mintiendo a la opinión, que urgía un remedio eficaz en la orientación política general y en la dirección de la guerra en particular. No podíamos conformarnos con manifestar a nuestros militantes una realidad que había tanto interés en ocultar. No nos era posible apelar a las grandes masas para que ellas presionasen de mil modos sobre el gobierno. La tentativa que había hecho un año antes Largo Caballero le había llevado a una condición de prisionero en su domicilio. No es que a nosotros nos asustase esa u otra peor perspectiva, pero en el régimen imperante ni siquiera un sacrificio personal lograría nada positivo. En más de una ocasión, la prensa gubernamental, y casi toda lo era, insinuaba que por menos motivos que los dados por nosotros, había muchas personas en la cárcel o habían ido al fusilamiento. Y se atribuía a generosidad gubernativa el que pudiésemos circular por la calle. Efectivamente, por menos motivos habían ido a la cárcel o habían sido fusilados muchos españoles dignos. También lo denunciábamos como una de las tantas razones para un procesamiento y una ejecución del peor gobierno que ha conocido España en muchos siglos.
Lo que nosotros decíamos en nuestras publicaciones, lo que comunicábamos a nuestros militantes, lo que comentábamos en cenáculo de amigos, lo decíamos también claramente al gobierno mismo. El 20 de agosto de 1938, transmitimos al jefe del gobierno un informe que habría debido ser tenido en cuenta o al menos habría debido significar nuestro encarcelamiento inmediato (1). Se nos respondió con elocuente silencio.
(1) Observaciones críticas a la dirección de la guerra y algunas indicaciones fundamentales para continuarla con más éxito. Informe que presenta el Comité peninsular de la F. A. I. al Gobierno de la república. Barcelona, 20 de agosto de 1938. 24 páginas in folio.
Ese documento fue remitido además, a título de información a los ex-ministros de la guerra, a jefes militares, a los partidos, organizaciones que apoyaban al gobierno. No obstante el silencio de la mayoría, eran nuestros argumentos y críticas tan incontrovertibles que se creyó por muchos en la inminencia de los cambios por nosotros auspiciados.
Que se nos permita transcribir algunos párrafos de la correspondencia recibida con motivo de la aludida memoria.
Largo Caballero (1 de septiembre) nos decía: ... "El documento me parece bien, y muy especialmente las conclusiones propuestas, las cuales firmaría sin duda alguna".
Indalecio Prieto, otro ex-ministro de la guerra, decía: "He leído el documento con profunda atención. Es, desde luego, interesantísimo. Quienes ahora tienen la responsabilidad de la dirección de la contienda, deben meditar sobre las observaciones que en sus páginas se formulan.
"La serenidad reflejada en el estudio de los arduos problemas de la guerra y la alteza de miras con que se contempla tan vasto panorama, son dignas de loa. Conste con mi gratitud mi felicitación"... (4 de septiembre).
El propio general Rojo, jefe del Estado Mayor central, que se ha sentido hondamente afectado por nuestras observaciones, tenía que reconocer: "... Indudablemente el documento es de sumo interés y aunque ya tenía conocimiento por habérmelo dado para informe el Sr. presidente, les agradezco mucho que se hayan acordado de mí para remitírmelo. De él, solamente les diré, que suscribo muchos de sus apartados, cuya orientación estimo justa y beneficiosa para la guerra, y muchos de los cuales ya han sido repetidamente formulados por este Estado Mayor en algunas propuestas" ... (1 de septiembre).
Luis Araquistain (31 de agosto) nos decía entre otras cosas: "Felicito a su autor o autores por la competencia técnica que el trabajo revela y por el acto cívico de denunciar crímenes, anomalías y abusos tan funestos e intolerables que si no se corrigen rápidamente, nos llevarán, como Vds. dicen muy bien, al desastre fatal. Es lástima que tan magnífica exposición de inteligencia y españolismo bien entendido, no llegue a conocimiento de todos los españoles antifascistas y de alma independiente".
El coronel Díaz Sandino (2 de septiembre): "He leído el documento y, sinceramente, me es muy grato manifestarle que no se ha escrito nada más correcto en crítica honrada, ni más cierto ni más verídico. No puedo menos de felicitarles. Era necesario que una organización o partido tuviera la gallardía de poner las cosas en su punto, y siendo de Vds. la iniciativa, no regateo mi aplauso"...
El coronel Jiménez de la Beraza (3 de septiembre): El informe al gobierno "me ha proporcionado la emoción de conocer el recio valor moral que supone en Vds. el análisis de las actuaciones políticas que han sido causa principal de nuestras malandanzas guerreras y de la inactividad en que se mantiene a hombres de alguna eficiencia militar y de absoluta confianza y lealtad" ...
El coronel Emilio Torres: "Muchas de las sugerencias que hacéis coinciden con sugerencias mías, orales y escritas, siendo de esperar que tengan, por parte del gobierno, y en lo que sea factible, la favorable acogida que su buena intención requiere". (11 de septiembre).
El general José Asensio: "...De completo acuerdo. Mi aplauso por las conclusiones, que encierran un programa completo, sin partidismos y sin otra finalidad que vencer al enemigo para ganar la guerra y, con ella, no sólo la independencia de España, sino la libertad, la justicia y el derecho, que son las bases de la organización y el bienestar del pueblo". (15 de septiembre).
La correspondencia relativa a ese documento es numerosa. Hemos destacado algunos párrafos centrales de personalidades políticas y militares bien conocidas y que no pueden ser catalogadas como sospechosas de compartir nuestro ideal revolucionario. Y ahora, resumiremos el contenido del informe, ya que su extensión no permite su transcripción entera.
Comenzábamos por reconocer que los progresos militares del enemigo habían sido constantes en los dos años de lucha que llevábamos, habiéndonos sido conquistados por las armas, territorios extensísimos y capitales importantes de nuestras provincias.
"Podemos decir que nuestro ejército no ha hecho hasta la fecha más que resistir con mayor o menor fortuna, y las reacciones ofensivas que ha emprendido, han sido neutralizadas casi siempre por el enemigo, el cual en la mayor parte de las ocasiones, ha reconquistado con creces el terreno perdido en ellas, gracias a una masa importante de maniobra que nosotros necesitaríamos formar, para ganar la guerra, con doble efectivos que los de nuestros enemigos...
"Es indudable que la dirección que hemos dado a la campaña en nuestro campo, adolece de serios defectos y nuestro ejército popular y sus mandos, poco competentes y en su mayor parte minados por la poltica partidista, poseen esos defectos también.
"No vale, pues, engañarnos a nosotros mismos. Por el contrario, creemos que vale la pena señalar los propios errores en documentos no destinados a la publicidad y afianzados en la experiencia que hemos vivido en nuestra campaña con el propósito de verlos corregidos. De lo contrario solo podemos esperar una solución internacional de mediación en nuestro pleito, mediación que sería seguramente poco favorable para la república. O esto o la espera del consabido milagro que nos salve de un fracaso definitivo"...
Luego mencionábamos las causas por las cuales se había llegado a tan difícil situación militar.
a) Influencia absurda y perniciosa de la política en la guerra.
Primeramente, al estallar el movimiento militar y ser dominado en algunas grandes ciudades, en Barcelona sobre todo, en lugar de tener por todos la visión exacta de la realidad, se creyó, por la mayoría de los partidos y organizaciones que la contienda estaba ganada o poco menos, que era una cuestión de pocas semanas o de pocos meses y, en consecuencia, cada cual se comenzó a preocupar del porvenir, de afirmar sus posiciones de predominio. No se quiso centrar en la guerra todo el material humano y bélico disponible. La infiltración de elementos dudosos en las filas del antifascismo, contribuyó también a perder los primeros meses en que era posible nuestra iniciativa.
"Posteriormente, la política de hegemonía partidista en la retaguardia dió aliento a los que pugnaban por defender las llamadas conquistas de la revolución, descuidando lo esencial, que era la guerra, forzosamente guerra revolucionaria. Partidos y organizaciones se consagraron a recoger armas para la retaguardia, a fin de predominar en la post-guerra que creían inmediata, arrebatando esas armas de unos frentes endebles, poco organizados y carentes de los elementos que se les restaban".
Enmendados en parte esos primeros errores, "aparece en primer plano un partido político de escasa fuerza popular, que, apoyado en la política de una potencia extranjera, después de efectuar intensa propaganda en las filas del ejército y en las instituciones de orden público, ofreciendo el cebo de ascensos y de cargos, lo que le proporcionó neófitos de no muy limpios antecedentes antifascistas y de deficiente moralidad, a los que se amparó en muchos casos otorgándoles carnets de 1933, se lanzó sin ningún recato a hacer del ejército popular una hechura de partido".
El proselitismo mediante lo corrupción, el halago, los ascensos, los favores, las coacciones de todas clases, hasta en las mismas trincheras, creó un ambiente de descomposición y de disgusto que debilitó la combatividad y la eficiencia del aparato militar. Con los métodos, más repulsivos se apoderaron esos elementos obedientes a los dictados de una potencia extranjera de las secciones de información de los Estados Mayores y se dedicaron a la calumnia contra los militares no afectos a su ideología partidista, consiguiendo desplazarles por elementos de su partido. "Y como la pertenencia a ese partido no proporciona por ese solo hecho patente de aptitud, se ha dotado al ejército de la república, a ciencia y paciencia de sus dirigentes, de buen número de mandos que carecen de condiciones personales y de conocimientos técnicos para el manejo, que a veces se les ha confiado, de grandes unidades.
"Algunos de esos mandos han introducido la bravuconería y el trato descortés como procedimiento de dirección. A pesar de tener constantemente la palabra "camarada" en los labios, jamás la han sentido en sus corazones, pues incluso han resucitado en el ejército el castigo corporal, haciéndolo en ocasiones extensivo a jefes y graduados para desprestigio de la revolución. Y han llegado también, pese a la formación y constitución de tribunales militares adecuados, al fusilamiento y a la depredación en forma clandestina contra toda ley militar.
"La intromisión de la política en la guerra ha llegado al extremo de interrumpir operaciones que hubieran sido de efectos culminantes para la salvación del Norte, en épocas en que el enemigo no poseía la masa de maniobra ítalo-alemana y marroquí que posee en la actualidad. Con ello se impidió la obtención de un éxito que habría significado para algún personaje un verdadero caudal político sin detenerse a pensar si ese procedimiento perjudicaría a la causa de los españoles, que no puede ser patrimonio de un partido determinado ni estar sujeta a zancadillas y a personalismos. (1)
(1) Se tiene presente, sobre todo, la operación del corte de la España rebelde en dos zonas, por Extremadura, planeada mientras era ministro de la guerra Largo Caballero. Esa operación y las contingencias a que dió lugar, sería tema suficiente para un libro. La caída de Largo Caballero tuvo su causa principal en esa proyectada operación, a la que negó su concurso la aviación rusa.
Puede decirse que todo lo que se ha emprendido, posteriormente, en particular con la designación de unidades y de mando ha sido intervenido exclusivamente por la política; en tales condiciones sigue nuestra guerra"...
b) El Comisariado de Guerra
Cuando estalló la rebelión militar y tomamos de improviso la organización de la guerra y los resortes militares en nuestras manos, sin saber cuáles eran los elementos profesionales a quienes, confiar nuestras columnas, recurrimos al nombramiento de jefes políticos o comisarios que, acompañados de militares más o menos afines y de confianza, llevasen la dirección de las operaciones.
Era el único procedimiento aconsejable en aquellas circunstancias. No podíamos dejar el mando en manos de un personal a quien no conocíamos y hubimos de limitar las atribuciones a los jefes que se habían declarado en favor del pueblo en armas. Era una medida circunstancial, hasta tanto la situación se esclareciese. Luego, de nuestras escuelas de guerra fue saliendo una oficialidad de origen popular y revolucionario, y en el frente mismo se revelaron entre los milicianos, excelentes jefes, como Durruti en Cataluña, Cipriano Mera en el Centro, Higinio Carrocera en Asturias, etc. La intervención del doble aparato, político y militar, se hizo inútil, cuando no perjudicial, sin contar el veneno del proselitismo a que dió pábulo y vehículo.
Decíamos al gobierno de la república:
"En buena doctrina militar el que manda debe serlo todo para el soldado, el cual ha de ver en él un amigo paternal, un fiel administrador, un maestro que le guía en todo (y que incluso le enseña a leer), proporcionándole un aprendizaje de cultura y de convivencia social. Si un oficial no tiene esas condiciones debe ser separado de las filas del ejército, pero no está la solución en poner a su lado un comisario para que las cumpla, o como ocurre casi siempre, para que no las cumpla tampoco. El soldado ha de ver en el que manda un hombre superior que puede conducirle acertadamente en el momento trágico y terrible de la lucha. Ha de ver en el oficial un modelo y un ejemplo para poner en sus manos el supremo sacrificio de la vida. La vida no puede ser puesto arbitrariamente en juego, por muy justa que sea la causa que se defienda. El sacrificio debe ser coronado por la victoria, es decir, por la ocupación del objetivo designado por el mando. El mando dual no ha existido jamás en la historia, pues aun en las épocas del Senado romano, los dos cónsules que se nombraban lo ejercían alternativamente...
"Como se ha señalado en notas oficiales, han ocurrido en la presente campaña verdaderos desastres a causa de absurdas ingerencias del comisariado, es decir de la política de partido, en todos los extremos que abarca el radio de acción del mando militar. Algunas operaciones militares fueron perturbadas en su desarrollo por las ideas absurdas sobre las mismas que exponían comisarios inconscientes. Otras veces ha informado el comisariado acerca de los mandos militares con notoria ligereza y llevado por rencores y ambiciones de partido...
"Con el comisariado ha sido creada en nuestro ejército, sin manifiesta utilidad, una enorme y fantástica máquina burocrática...
"Nos quejábamos antes del enorme peso que representaba para el país un efectivo de 22.000 oficiales. Calcúlese lo que representará en el porvenir la agregación, a los 45.000 oficiales que poseeremos, de otros 45.000 comisarios...
"Este organismo, por lo tanto, no sólo no contribuye en su forma actual al éxito de la campaña, sino que llega a perjudicarle con sus ingerencias, con el proselitismo político que efectúa a favor de un partido y con su carencia de tacto y de conocimientos militares...
"En ciertas unidades se ha visto a los comisarios reunidos con oficialidad de determinada ideología y con las células que se han formado en todas partes para repartirse los mandos de la unidad. Además han intervenido comisarios en ejecuciones practicadas a espaldas de las leyes militares, extremo que debieran precisamente evitar, como celadores del cumplimiento de lo ordenado"...(1)
(1) El capitán de artillería Manzana, ayudante de Durruti desde el primer día de la revuelta, luego su sucesor en Aragón, nos escribía refiriéndose al comisariado: "En el aspecto técnico-asesor no cumple ninguna misión, pues malamente podrá discutir una operación quien no conoce lo que es una orden de operaciones, así como tampoco tiene la menor idea de lo que es táctica, logística, estrategia, fortificación, tiro, etc... En la fase en que ha entrado la lucha, prefiero un cañón bien servido o un avión bien tripulado a un buen comisario, la inteligencia de que actualmente resulta más barato lo primero que lo segundo" (septiembre de 1938).
"La parte que afecta al comisariado está muy acertada y ojalá se tomara en consideración, puesto que el comisario ha olvidado la función que le pertenece y todo por querer servir al partido que le proporcionó el nombramiento. Muchas veces estas actuaciones partidistas han dado resultados nefastos para la unidad del ejército". (Hilario Esteban, Sección Coordinación del Comité Regional de Cataluña de la C. N. T. (1º de septiembre).
El comisario de la 72 división, Antonio Barea, nos decía: "Por lo demás, estoy completamente de acuerdo; tan de acuerdo que al leer algunos de sus párrafos (por ejemplo los que se refieren al comisariado, a los consejeros rusos, al S. I. M.) me ha parecido que leía un escrito hecho por mí". (18 de septiembre).
c) Los consejeros militares de la U. R. S. S. y el empleo de la aviación
No queríamos entrar a discutir la ayuda famosa de la U. R. S. S. Esa ayuda se ha pagado al contado y sin regatear precios, ni siquiera la calidad del material enviado. Bien, pero eso, a lo sumo, no exige más que puntualidad en los pagos y todo el agradecimiento que se quiera.
"Sin embargo, decíamos al gobierno, estimamos que nuestra personalidad no debe ser hipotecada y que la república y nosotros, los españoles, no debemos abandonar la dirección de nuestra política y de nuestra guerra. La U. R. S. S. ha enviado a nuestro país numerosos equipos de técnicos militares más o menos hábiles y discretos y de mayor o menor competencia profesional. Algunos de ellos han llegado a exigir que se les obedezca y otros han trabajado para colocar en mandos y Estados Mayores a jefes de nuestro ejército pertenecientes a determinado partido afín, para poderles dictar órdenes; además de demostrar preferencias y complacencias con unidades que consideran de su ideología, proscribiendo a las que estiman influenciadas por otros partidos u organizaciones. En prueba de ello existen en nuestro ejército divisiones de ideología comunista que poseen más artillería, que disponen de un batallón de ametralladoras, de otro de fusiles ametralladoras, de mejor armamento, hospital y equipo quirúrgico propio y manos libres para sus jefes para procurarse elementos de toda clase. Ese es el secreto de que resistan más que las otras unidades análogas. Operaciones que han constituído grandes fracasos han sido dictadas y llevadas por algunos de esos consejeros de la U. R. S. S., de los cuales creemos sinceramente que pueden solicitarse apoyos morales y materiales e incluso opinión técnica, pero en cuyas manos, no siempre aptas — aunque los componentes del partido comunista, con un provincialismo admirativo, crean lo contrario — no debe ser puesta la dirección de la campaña... (1).
(1) Respecto a los consejeros militares rusos, nos escribía el capitán Manzana: "Tengo la impresión, al menos los que he tratado, de que son tan malos consejeros como pésimos militares. Véase sino el trazado actual de nuestras líneas y el fracaso de cuantas ofensivas han proyectado y dirigido estos consejeros" (septiembre de 1938).
El teniente coronel Jover, sostenía que "de ninguna manera podemos conformarnos con ser desplazados por gente forastera... Con nuestra actuación serena, debemos obligar a todo el que quiera luchar contra el fascismo, a nuestro lado, a comportarse como español y serlo; después, ya veremos"...
Por nuestra parte hemos tratado numerosos miembros del equipo militar de la U. R. S. S. y hemos podido apreciar su pesadez de concepción, su escasísima vivacidad para resolver problemas imprevistos. Por eso, generalmente, cuando una operación no resultaba como ellos habían propuesto, se desconcertaban y dejaban al azar las medidas susceptibles de contrarrestar el fracaso. Y en cuanto a los coroneles y generales que nos enviaron como técnicos en el arte de hacer la guerra, no pasaban, y es mucho decir, del nivel medio de cualquiera de nuestros capitanes medianamente formados.
"La aviación la tenemos por completo en manos de jefes de la U. R. S. S., extremo fácilmente comprensible por las condiciones especiales de las fuerzas aéreas, distintas de las del ejército, aun habiendo llegado a formar contingentes numerosos de magníficos pilotos españoles, y a fabricar varios aparatos por semana en nuestras factorías. Sin embargo la aviación que poseemos no se utiliza con acierto, pues no se ha constituído la aviación de cooperación con los ejércitos y cuerpos de ejército, tal vez por insuficiencia de efectivos. Podemos afirmar que nuestra infantería no se siente jamás suficientemente apoyada por la fuerza aérea, que no enlaza nunca con tierra, en contraste con la forma en que se ve actuar a la aviación de nuestros enemigos. No se hace nunca verdadera observación aérea, ni existen expedientes fotográficos, ni se ponen al día los planes directores, ni se vigilan a diario los progresos de la fortificación enemiga, ni se efectúa, en resumen, el verdadero trabajo que deben llevar a cabo las fuerzas aéreas en la guerra moderna.
"La aviación es, según la frase consagrada, "el ojo del ejército" y el "puño izquierdo para el boxeo del mando". Y es lamentable convenir que desde este punto de vista nos hallamos en el ejército popular muy próximos a la ceguera total y que nuestros mandos sólo pueden utilizar para el boxeo sus puños derechos constituidos por la artillería" (1).
(1) Al comentar con algunos aviadores españoles el hecho de seguir la aviación en manos de los rusos o de sus testaferros y la escasa eficacia de un arma tan decisiva en manos del adversario, se llegaba a la conclusión de que la aviación republicana se mantenía sobre todo para una fuga eventual precipitada de los elementos más responsables. Se atribuye al presidente Azaña una frase, de cuya autenticidad no respondemos. Rebatiendo la política negrinista de la resistencia, Azaña habría dicho: "Considero que el período de los heroísmos extremos y estériles ha pasado. Sin embargo, estoy dispuesto a una nueva Numancia, pero... sin aviones".
d) Actuación recelosa en torno a los mandos militares
"Se ha tendido a crear inconscientemente, por murmuraciones de comisarios y de comités locales, de agentes del servicio especial de investigación, de agentes de los partidos, etc., etc., una atmósfera de verdadero recelo en torno a numerosos mandos militares. Puede afirmarse que nuestras secciones de información saben muy poco del enemigo, pero conocen en cambio abundante chismografía, la mayoría de las veces sin fundamento, con respecto a jefes del ejército no pertenecientes al partido que predomina en esas secciones de información o entre los informantes. Un Napoleón Bonaparte apolítico mandando una gran unidad de nuestro ejército popular, fracasaría seguramente con un comisario y una célula de cierto partido en su cuartel general. Como contrapartida se han fabricado con individuos profanos e ignorantes falsos prestigios militares, precisamente a base de la complicidad de células y comisarios.
"En estas condiciones se ha producido un clima moral que dista mucho del ambiente sano, noble y de ejemplar compañerismo en el combate que debería reinar entre la oficialidad leal, y en ello hay que buscar la causa de muchas evasiones, de muchos fracasos y de la inexistencia de buenos mandos" ...
Si los expedientes instruídos contra los jefes y oficiales no comunistas pudiesen ser leídos ahora, fríamente, se revelaría una maquinación monstruosa e irresponsable que hizo de nuestro ejercito un conglomerado sin alma y sin consistencia.
e) Emboscados y moral de retaguardia
"Abundan en demasía afanosas intrigas y recomendaciones para no ir al frente, y personalidades ultrarrevolucionarias de la retaguardia hacen lo imposible por eludir sus obligaciones militares al ser llamados sus reemplazos (1). Y entre comisarios, personal destinado a servicios pseudo-industriales, auxiliares, etapas, etc., etc., queda fuera de filas mas de un treinta por ciento de las levas.
(1) En una de las sesiones del Frente Popular Nacional, el órgano supremo de la política negrinista, en cierta ocasión en que nosotros nos oponíamos al llamado de nuevas quintas pudimos constatar que la mayoría de aquellos entusiastas partidarios del envío de carne humana al frente, estaban comprendidos en los reemplazos alistados y habían hallado el modo de hacerse declarar imprescindibles en la retaguardia. Imprescindibles para secundar la política de la derrota.
Y no son esas las únicas formas de eludir los deberes militares.
En mayo de 1937 contábamos con una gran masa de maniobra, un verdadero ejército de reserva que hoy, a pesar de haber llamado varios reemplazos, no tenemos. Se han aumentado desproporcionalmente los contingentes en la retaguardia para servicios de orden público y fiscal que pueden realizar otras organizaciones no marciales. Estas unidades de gente joven y comprendida en la movilización deben agruparse en los frentes y constituir dos ejércitos de reserva.
"Las exenciones de servicio en los frentes, por razones de índole política, los llamados indispensables en la administración civil, los afectos a las industrias de guerra, los que estando comprendidos en quintas movilizadas prestan servicios en carabineros, cuerpo de seguridad y uniformados, S. I. M. (Servicio de investigación militar), y en la policía, producen un malestar grande entre los combatientes y sus familiares. Debe ser enmendado todo ello con mano dura y de forma imparcial. Un ejemplo: hace pocos días, el sub-secretario de propaganda, al servicio del Partido comunista, ha sido movilizado como perteneciente a industrias de guerra, y es que desde allí sirve al partido lanzando toneladas de propaganda comunista".
También la comprobación en retaguardia de que sólo come el que tiene dinero o el que pertenece a algunas unidades caracterizadas por su adhesión al gobierno o a la U. R. S. S., tiene que obrar como factor de desmoralización.
Nos referimos luego a la mentira del apoliticismo del ejército y a la manera escandalosa como se controla por el Partido comunista y por los consejeros rusos casi todo lo que es fundamental para la dirección de la guerra. Y a continuación se hace un resumen de lo hecho por Cataluña en favor de la guerra y en fabricación de material de guerra, contra la campaña de desprestigio llevada por la prensa moscovita, señalando que ese desconocimiento de un esfuerzo inigualado tiene que hacer sentir amargura y recelo en una región vital para el porvenir de la contienda.
Dedicamos un apartado a la dirección de las operaciones militares, a la crítica de la operación de Teruel, iniciada en circunstancias en extremo desfavorables para nosotros. Había división a la que le faltaban 3.000 hombres, y baterías que no contaban más que con una pieza. Se aprovechó la sorpresa, lo reducido del terreno de la acción, y el hecho que el dispositivo ofensivo del adversario estaba enfocado en aquellos momentos hacia Guadalajara, pero ante la contraofensiva, las deficiencias de la dirección de las operaciones se pusieron de manifiesto en el aspecto general y en los detalles. La desmoralización de las unidades que cedieron condenaba también la política militar seguida hasta allí.
h) Olvido de la idiosincracia del pueblo español
"Ya hemos esbozado lo que debe ser un ejército del pueblo, no de un partido o fracción. Ahora queremos aludir a otra forma de lucha armada que en todos los países se designa como guerra a la española o guerrilla. Incluso la palabra guerrilla ha pasado a todos los idiomas como expresión de la guerra irregular. Son los chinos los que actualmente han vuelto a poner de manifiesto las grandes perspectivas de esa forma de guerrear.
"La guerrilla es consustancial con el temperamento español, con su terreno quebrado, con sus montes y sus sierras y sus fortificaciones naturales. Las milicias creadas en los primeros meses de la contienda tenían esa finalidad; pero la falta de un ejército regular hizo que hubiésemos de emplearlas como fuerzas regulares y de ahí, en buena parte, el fracaso de su acción y el fracaso de sus mandos. Las milicias como partidas libres, autónomas, de voluntarios audaces, sin otra disciplina que la impuesta por la acción a desarrollar, habrían podido hacer por el triunfo tanto o más quizás que el ejército. Habrían preparado con su actuación victorias decisivas a las fuerzas regulares, habrían estado en todas partes, hostilizando al enemigo por sorpresa, interrumpiendo sus servicios, causándoles bajas inesperadas, sembrando en sus filas el desasosiego y la intranquilidad.
"El Gobierno de la República habría podido organizar mejor ejército si desde el primer momento no hubiese tenido que emplear las fuerzas organizadas en operaciones para las que no tenía bastante preparación. Una cooperación directa o indirecta, libre, de guerrilleros y fuerzas regulares habría dado otro cariz a esta guerra. Los guerrilleros o cuerpos francos han sido estimulados en todas las guerras y por todas las escuelas militares. La revolución rusa pudo defenderse de sus enemigos, no por el ejército rojo, en embrión, sino por los guerrilleros valerosos como Machno, Tchapaief y millares más, menos conocidos. El primer caso de su supresión absoluta lo tenemos en nuestra guerra actual.
"Pero si los guerrilleros y cuerpos francos han sido mimados por las autoridades militares y civiles en todos los tiempos y en todos los países, en ninguna parte como en España han jugado un papel tan decisivo. Fueron los guerrilleros voluntarios y populares los que decidieron la suerte de los ejércitos napoleónicos en nuestro territorio; y fueron los guerrilleros los que resolvieron la primera guerra carlista de siete años a favor del sistema que al pueblo le parecía menos despótico y retrógrado.
"La supresión a rajatabla de las milicias populares, que habrían podido prestar servicios auxiliares en retaguardia y habrían centrado su acción principal en los golpes de mano, en las infiltraciones en territorio enemigo, en mil acciones esporádicas, pero inquietantes para los invasores, nos ha privado de un soporte popular activo y nos ha quitado de las manos un instrumento precioso de cooperación eficaz con el ejército".
Hasta aquí la parte critica de nuestra exposición. En lo sucesivo apuntábamos algunas soluciones.
Cuatro medidas urgentes y preliminares
De todo lo expuesto, presentábamos estas cuatro medidas urgentes y preliminares a tomar:
"1º Cambio completo en la dirección de las operaciones militares y en la política de guerra. Mientras no se lleve a cabo la retirada de voluntarios que propicia el Comité de No Intervención, se nombrarán jefes españoles para controlar las Brigadas internacionales. Ningún extranjero podrá ocupar cargos de mando y responsabilidad en el ejército, en la aviación y en la flota. Los consejeros rusos cesarán en su labor independiente y pasarán a ser miembros de los Estados Mayores, subordinados al mando español. Los intérpretes serán facilitados por el Gobierno.
"2º Restablecimiento de la disciplina militar en toda su pureza. Ello lleva como consecuencia el castigo fulminante de actos ilegales y de ineptitudes de los mandos, hállense amparados o no por determinado partido político.
"Por ejemplo, hay que sancionar al jefe que pistola en mano obliga a un grupo de artillería a tirar a cadencia superior a la que permite el material, ocasionando la inutilización de varias piezas; al que roba y saquea el país que ocupa; al que fusila ilegalmente; al que se excede en sus atribuciones y al que no estudia y se capacita para el mando a que se le destina, sin perjuicio de las sanciones que marca el código por traición y cobardía para todos los componentes del ejército.
"3º Justa fijación de las funciones del comisariado de guerra, que no podrán nunca mermar las atribuciones y responsabilidades del mando militar.
"4º Reforma radical del S. I. M. Este servicio de investigación militar merece párrafo especial:
Es indudable que incurre en crueldades inútiles, que son las que reprochábamos justamente a Martínez Anido, implantando sistemas "para hacer hablar" desechados por todas las policías del mundo. También es cierto que incurre en los defectos del mal policía que para detener a un ladrón encarcela a todos los habitantes de una calle. A pesar de algunos éxitos de este servicio, es patente su ineficacia. La 5ª columna existe en toda su plenitud, el espionaje enemigo de la Gestapo y la Ovra, actúa libremente en nuestro territorio, y del adversario lo desconocemos todo en absoluto...
"Es notorio que este servicio de extraordinaria finura y habilidad espirituales, desde que estallo la guerra no se hallo en manos suficientemente aptas, pues teniendo en cuenta que la retaguardia enemiga ofrece ambiente favorable para esa labor y la facilidad que poseemos para introducir agentes de idéntico idioma en el territorio faccioso, hubiera podido ser perfectamente factible la realización de vastos planes análogos a los que los servicios secretos realizaron durante la guerra mundial.
"El terror poco inteligente no es un arma que pueda favorecer nuestra causa. La elección de agentes ignorantes e inexperimentados no puede conducir más que a justificar sueldos con servicios de mero chismorreo y apartados por completo de la gran tarea a realizar"...
Acción a desarrollar para ganar la guerra
Lo sabía el Gobierno tan bien como nosotros, pero no obstante creíamos necesario manifestarlo: "Una solución victoriosa, estrictamente militar y lograda totalmente por las armas en los campos de batalla no se divisa hoy por hoy ni es dable imaginarla teniendo en cuenta nuestros medios, nuestras dificultades, nuestros errores y teniendo en cuenta también que hacemos la guerra con movilizados que son padres de familia o verdaderos niños, contraponiéndolos a moros, a legionarios, a aventureros y a fanáticos que el enemigo utiliza como fuerzas de choque y maniobra" ...
Pero si una victoria militar era imposible, el enemigo tenía su talón de Aquiles vulnerable, que era su retaguardia propensa a descomponerse y a desmoralizarse. Naturalmente, una rebelión de esa retaguardia no era dable esperarla por una simple acción de propaganda. Había que combinar varios factores, aparte de esa acción, por ejemplo una labor equivalente en Marruecos y una acción militar de resonancia y de efectismo y un mayor empleo de la guerra irregular.
Para nosotros no era problema introducir en territorio enemigo una red de agentes, hablando el mismo idioma, conocedores de la vida política y militar del país, de la psicología nacional, capaces de levantar contra los invasores al proletariado y a los sectores llamados democráticos, sembrando la inquietud por una hábil difusión de noticias y por actos de sabotage reiterados. Proponíamos estas operaciones:
1º División del territorio faccioso en zonas de trabajo.
2: Asignación de agentes para cada zona.
3º Sistema de entrada de esos agentes y su afiliación en los partidos del otro bando.
4º Asegurar la transmisión de los informes, órdenes y noticias en territorio enemigo y desde el mismo a la España leal.
5º Cada zona debería poseer por lo menos un agente director, uno o varios por cada partido político encargados de informar y de ejecutar órdenes, propaganda, etc., etc., un centralizador de informaciones y transmisor de las mismas, uno o varios saboteadores.
6º En cada división del ejercito rebelde se debería contar por lo menos, con un agente de nuestro servicio secreto, y si fuera posible con uno en cada periódico, ministerio o entidad importante.
Los cinco primeros incisos los considerábamos aplicables a Portugal e incluso deberían extenderse a Italia.
Una acción coordinada de propaganda y de rebelión en la zona facciosa, coincidiendo con algo equivalente en Marruecos y con alguna victoria militar ruidosa nuestra, podrían facilitar el triunfo de nuestra causa.
Proponíamos introducir fermentos de descomposición y de desmoralización en la zona del protectorado de Marruecos también, en Ifni y en el Sahara español, teniendo presente cómo el mundo islámico está siempre propenso a la exaltación y a la revuelta contra sus opresores. "Las cábilas del Marruecos Norte están empobrecidas, exhaustas y con numerosas víctimas causadas por la guerra. La xenofobia impera siempre entre los musulmanes y particularmente entre las tribus del bloque rifeño. En cuanto a las regiones próximas al desierto o en el desierto, sus habitantes se ven perpetuamente dominados por ardientes y místicos fervores, aparte de ser la guerra y el merodeo ocupación habitual de los indígenas, por lo que creemos muy fácil lanzarles a un lenvantamiento contra el extranjero, halagando a la par que los sentimientos religiosos y la xenofobia de las masas, las pequeñas ambiciones de los hombres más influyentes en las Yemas o asambleas" ...
Destacábamos la importancia estratégica del Sahara y del Sur marroquí para las comunicaciones con América del Sur, y proponíamos un acuerdo previo con Francia para esa labor, y con el Comité panislámico de Ginebra, con los altos medios sionistas de Londres y Paris, con el elemento hebreo marroquí, con las principales cofradías religiosas y con los prestigios locales.
Indicábamos la conveniencia de establecer en Uazzan, Fez, Tazza y Uxda, para el Norte, y en Marraquex, Agadir y San Luis del Senegal, para el Sur, núcleos de agentes hábiles y de buenos arabistas que tendieran:
1: a informar; 2º a esparcir noticias y rumores propicios entre las tribus; 3: a trabajar para atraernos personajes influyentes; 4º a impedir la recluta y trabajar las unidades indígenas; 5º atentados y sabotages; 6º a introducir alijos y a repartir armamento; 7: a levantar el país en rebeldía y caer sobre las organizaciones y plazas facciosas.
El reparto de dinero, de armas y de municiones eran los medios mas adecuados a utilizar.
Combinábamos esa acción en la retaguardia facciosa y en Marruecos con una operación de poco costo y de éxito seguro para nuestro ejército. Reconocíamos que no contábamos con medios y efectivos para golpes como el de la recuperación de las regiones de Lérida, Gandesa o Vinaroz, para el corte de las comunicaciones de Teruel con Guadalajara, para la rectificación del frente de Madrid, para recuperar el Valle de la Serena, con vistas a ocupar posteriormente el nudo de comunicaciones de Mérida, para la reducción de las bolsas de Bujalance o Alcalá la Real, a fin de alcanzar posteriormente Granada. Nuestro objetivo era mas accesible y se encontraba a distancia del Ebro y Levante, donde el enemigo había concentrado sus reservas. Era el sector de Pozoblanco.
"En la zona elegida se halla la cuenca minera de Peñarroya, objetivo de extraordinaria importancia en todos los órdenes, cuya posesión nos permitiría amenazar a Córdoba muy de cerca y dificultar extraordinariamente las comunicaciones de esta provincia con Extremadura.
"La situación de las tropas que el enemigo se ha visto precisado a reunir en esa región es poco favorable en el orden táctico por los emplazamientos que ocupan y por la facilidad con que podrían quedar aisladas, batiéndose con un río a la espalda (el Guadiato), y encajonadas en su cauce ... En el aspecto estratégico el enemigo ocupa la pared septentrional de un verdadero callejón sin salida, formado por el Guadiato, que de Noroeste a Suroeste se extiende detrás de sus posiciones, desde el Calderín sobre el pantano, pasando por la Sierra de Chimorra, Sordo, Alcornocosilla, Cabeza Mesada y posiciones ante Hinojosa. La pared meridional del callejón sólo ofrece comunicación hasta Villaviciosa. El. resto es completamente infranqueable para las retiradas o los aprovisionamientos de los facciosos, los que tienen que transitar forzosamente por la carretera de Córdoba-Villaharta-Belmez y Peñarroya, que recorre el mismo callejón del río. Por el flanco Noroeste se comunica fácilmente el enemigo con Extremadura y por el Suroeste con Córdova.
"De las dos únicas maniobras que utiliza la estrategia exclusivamente, consistentes en la ruptura y en el envolvimiento, dentro claro está, de las numerosas facetas y matices con que la táctica y el arte militar las adornan, sólo puede ser aplicada en esta ocasión, ante la situación estratégica planteada, el envolvimiento" ...
Sigue luego el desarrollo de esa operación en sus detalles, las necesidades que su ejecución implica (1).
(1) Una operación muy semejante, a iniciativa del general Asensio, se llevó a cabo algunos meses más tarde, aunque no con los medios y la preparación previstas en nuestra memoria. Nos escribía este general (15 de septiembre): "Estoy conforme con las líneas generales de las acciones para ganar la guerra, pero no en los detalles, que deben ser de quien tenga la responsabilidad de la ejecución. Como orientación son admisibles y los juzgo de primordial interés".
Hemos de advertir al respecto que en el planeamiento de las acciones a desarrollar no pretendíamos que se siguiesen al pie de la letra nuestras sugerencias, sino marcar soluciones posibles que quizás nosotros mismos habríamos modificado al ponerlas en práctica de acuerdo a la situación variable cada día.
Volvíamos luego a destacar lo que podría significar una guerra de guerrillas en la retaguardia facciosa, combinada con la acción en Marruecos Norte y Sur, con una operación de efecto como la que planeábamos, con un buen servicio de propaganda, de información y de sabotages en la zona enemiga.
Resumíamos lo que habría de ser una sana política militar.
"La política militar tiene que ser de carácter únicamente técnico, estableciendo una unidad de acción y de voluntad para lograr la mayor eficiencia en el empleo y coordinación de las fuerzas de mar, de tierra y de aire. Concretamente, esa política se ha de referir al empleo de las fuerzas militares, elección de los teatros de operaciones, distribución de fuerzas y elementos entre ellos y sistema de guerra a emplear en cada caso, sin que intervengan para nada, como no intervienen en las investigaciones científicas o en las aplicaciones técnicas, los idearios y la política de los partidos, ni las aspiraciones de clase".
Y entre las medidas prácticas proponíamos las que resultaban imprescindibles del desarrollo mismo de nuestras observaciones críticas, entre ellas la reducción al mínimo preciso de las fuerzas de orden público y las de orden fiscal, Cuerpo Unico de seguridad y Carabineros, pasando a depender del ministro de la guerra todos los miembros de ellas comprendidos en las quintas movilizadas. Tampoco podrían tener personal sujeto a la movilización los demás cuerpos armados que prestaban servicios en policía, prisiones, campos de trabajo, carreteras, etc. También apuntábamos la necesidad de una "política de responsabilidades personales y colectivas de cuantos intervengan en la vida pública como funcionarios o como representantes de partidos y sindicatos".
No poníamos ninguna traba ante los sacrificios, privaciones, severidades impuestas por la guerra; pero nos oponíamos a una política absurda que se inspiraba mucho más en torpes ambiciones de predominio partidista que en el objetivo mismo de la contienda. Terminábamos con estas palabras:
"Más de dos años de experiencia bastan y sobran para poder asegurar cual es el camino de la derrota militar. Hemos intentado señalarlo. Proponemos la necesaria corrección.
"Enemigos de la política de partido en estas cuestiones, y sobre todo cuando está en peligro nuestra existencia como nación independiente, no queremos nada, no pedimos nada que no pueda ser suscrito por todas las fuerzas políticas y sindicales.
"Nos hemos levantado en julio de 1936 los primeros para impedir la implantación de una dictadura. Seguimos pensando que la dictadura no puede ser un instrumento de progreso y de bienestar para España y que tampoco puede proporcionarnos la victoria en la guerra. Proponemos una democratización del poder público con exclusión de toda hegemonía partidista. Proponemos que no se renuncie, por los españoles leales, a la dirección de la guerra y de las fuerzas que la ejecutan. Una España sin personalidad propia no puede luchar con todo el potencial de que es capaz por la propia dignidad y por la propia independencia".
Repetimos lo que hemos dicho en otras ocasiones. No es con vanagloria, sino con vergüenza y con profundo dolor como sacamos hoy a relucir la posición de la Federación Anarquista Ibérica, en la tragedia española. Parece increíble que nos hayamos encontrado enteramente solos en una actitud que no tenía nada de extremista, sino, todo lo contrario, quizás pecase de demasiado moderada. No pedíamos nada por nosotros y para nosotros. Sólo queríamos ganar la guerra, ver la causa del pueblo español mejor comprendida y mejor defendida. Si particularmente, de hombre a hombre, se nos daba la razón, en tanto que partidos y organizaciones, se nos volvía la espalda y se hacía causa común con los estrategas de la derrota. ¿Miedo? ¿Complicidad? Que cada cual esclarezca los móviles que le han guiado en su incondicionalidad ante un personaje como el Dr. Negrín, sin antecedentes y sin cualidades, señalado por el índice popular como un simple instrumento de la política exterior de una potencia supuestamente amiga, pero en realidad sepulturera de la guerra y de la revolución españolas.