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CAPITULO XVI

 

LA BATALLA DEL EBRO

 

El enemigo, en Levante, no cesa en su continuo avance. Ha tomado Castellón de la Plana y sigue sin detenerse, en dirección Sagunto, donde pretende apoderarse de las factorías metalúrgicas, situadas en aquel puerto.

El Estado Mayor Central, que tiene ultimados los preparativos de un ataque de las fuerzas republicanas en Cataluña, mueve el grueso del Ejército del Ebro. Y éste, en una operación afortunada, pasa el río Ebro, establece sobre el mismo diferentes puentes y consigue profundizar en terreno enemigo, por algunos sectores, más de 30 Kilómetros, conquistando para la República, cerca de una docena de pueblos.

La operación que se desarrolló de una forma rápida y bien ejecutada, surtió los efectos previstos. El enemigo paralizó en seco su ofensiva en el frente de Levante y tuvo que concentrar todos sus efectivos de hombres y material que operaban en aquella zona, sobre la del Ebro. donde nuestra fuerza, habían conseguido rápidamente la ruptura del frente.

El Ejercicio invasor, tenía especial interés en quitarse de encima la preocupación que representaba para él la amenaza constante de que progresando las fuerzas republicanas en el sector del Ebro, consiguieran cortar las comunicaciones del frente levantino. Por eso, concentró allí todos sus efectivos, con el propósito de obligar a replegarse a la otra orilla, a las fuerzas republicanas, que tan magníficamente lo habían atravesado, en una operación audaz.

El derroche más grande de material, se ha hecho sin duda alguna, sobre la cabeza de puente del río Ebro. La aviación enemiga, sobrevolaba noche y día aquella zona arrojando miles y miles de toneladas de explosivos. La artillería facciosa, estaba concentrada también en este punto, disparando sin cesar. Los contingentes de tropas mercenarias más aguerridas, se lanzaban como una tromba, sobre las posiciones recientemente conquistadas por los republicanos. La batalla del Ebro, se convierte en una obsesión para el mando faccioso y en una pesadilla para las tropas republicanas.

Es indudable que el enemigo, sufrió un rudo quebranto en estas operaciones. El derroche de material y las bajas que se le causaron, lo prueba eficazmente. Pero no es menos cierto, que le causaron, lo prueba eficazmente. Pero no es menos cierto, que el Ejército de la República, recibió allí uno de los principales golpes, en lo más esencial de su organización y de su potencialidad.

Luchaba el enemigo en el Ebro, con una ventaja poderosísima, dejando aparte la que representa su superioridad de armamento. Esta ventaja, no podía superarla de ninguna forma el Ejército republicano. Era la de que el territorio leal español, estaba dividido en dos zonas, sin que existiera otra comunicación entre ellas que la establecida por vía aérea y marítima. Las tropas del Ejército republicano, no podían trasladarse de una a otra zona, para operar donde más conviniera y concentradas, dar batalla al enemigo, con todas las consecuencias. No era posible concentrar los Ejércitos del Sur, de Extremadura o del Centro, en el Ebro. En cambio, por esta parte, el enemigo estaba completamente inmunizado. Con sus grandes medios de transporte, podía trasladar en forma rápida, sus fuerzas al punto que más le interesara. Así lo hizo en la batalla del Ebro, lo que le permitió ir relevando a las fuerzas del teatro de operaciones, a medida que se encontraban las Unidades desgastadas y trasladarlas a otros frentes estabilizados, donde no se realizaba la menor acción de guerra y las que allí se encontraban, frescas y bien equipadas, eran enviadas al sector del Ebro, para proseguir el combate, pudiendo rendir el máximo esfuerzo. En cambio, las Grandes Unidades republicanas, no podían ser relevadas. Noche y día, siempre los mismos, tenían que combatir durante meses enteros, sin que existiera la menor posibilidad de relevo.

La batalla del Ebro —que duró unos tres meses— no fue tan solamente la batalla del Ejército del Ebro. En el Ebro, combatieron infinidad de Unidades del Ejército del Esta el Ebro, combatieron infinidad de Unidades del Ejército del Este, que por mandato del Estado Mayor Central, fueron llevadas a aquel frente. Por cierto que dieron un excelente rendimiento, en el desarrollo de los continuos hechos de armas. Lo peor del caso no fue que esas fuerzas del Ejército del Este, fueron a ayudar a las del Ebro, lo lamentable es que, empeñado por lo visto del resto de las fuerzas de Cataluña, dispuso que no fueran al Ebro Grandes Unidades (Brigadas, Divisiones o Cuerpos de Ejército) bien encuadradas sino, que lo hicieran batallones sueltos, con la intención premeditada de que estos se pusieran a las órdenes de los jefes de Brigada o de División del Ejército del Ebro, que tenían el mando de las operaciones en dicho sector.

Con esto se dio el caso de que las fuerzas que no pertenecían propiamente al Ejército del Ebro, las agregadas, tuvieran un trato desfavorable. Fueron colocadas en todos los sentidos, en condiciones de inferioridad, frente a las demás fuerzas combatientes. La desconsideración de los mandos, obligaba a las fuerzas agregadas a permanecer en línea durante semanas y meses, combatiendo diariamente, sin conseguir un pequeño descanso, mientras que las otras, las del propio Ejército, después de haber entrado en acción, con mayor o menor intensidad, se les proporcionaba un descanso, aunque este fuera solamente de unas horas o unos días, cosa que no solía ocurrido, en términos generales, con las del Ejército del Este.

La batalla llamada del Ebro fue, como hemos dicho, una de las mejor preparadas y ejecutadas en un principio, de toda la guerra que sosteníamos para liberar a España del invasor. Ahora que sucedió, como ha ocurrido en otras acciones de guerra, que a medida que el tiempo pasaba, perdía eficacia y por lo tanto, su razón de ser, Si la batalla del Ebro, una vez establecida la línea en Levante y de haber conseguido el propósito de concentrar toda la atención del enemigo sobre las montañas de Cataluña, se hubiera podido complementar con una operación de envergadura por el sector de Levante, lo que hubiera obligado al enemigo a concentrar su atención en dos frentes al mismo tiempo, era lógico que se prosiguiera. Pero, si las circunstancias no permitían al Ejército de la zona Centro-Sur realizar esta operación, cabía terminar la batalla, aprovechando cualquier coyuntura y retirar de allí las fuerzas. Por ejemplo, como se hizo después, cuando se efectuó la retirada de este frente, se podía haber hecho antes ala operación demostrativa sobre el río Segre, a la altura de Seros operación que hubiera dado los resultados apetecidos, de distraer la atención del enemigo y organizar entonces debidamente la retirada del Ebro.

No se hizo así. Se pretendió esperar y aguardar. Se combate con dureza. Las fuerzas están completamente agotadas, extenuadas. La catástrofe es inminente. No hay hombres aptos para la lucha.

El Estado Mayor Central ve esto, y en lugar de ordenar la retirada —aún era tiempo de hacerla— prefiere tomar determinaciones, como la que tuvo que tomar de conceder una amplia amnistía de todos los elementos dudosos, que por diferentes motivos, no se habían presentado a filas. Las garantías que dio el Gobierno, era amplias. Por ello, se presentaron varios miles de hombres, los cuales se encuadraron rápidamente en Unidades del Ejército del Ebro.

Estos hombres no dieron, no podían darlo, un rendimiento positivo, Su actuación fue negativa, por todos los conceptos.

La batalla del Ebro fue para el Ejército de la zona Oriental, un sumidero que consumió lo más vital del Ejército, los hombres y el material. He vivido unas horas en ese frente durante la acción de guerra que se relata y he podido comprobar personalmente, que allí no había forma de luchar con probabilidades, de vencer al enemigo. La prueba más palpable de estas aseveraciones, la encontramos en los muchos batallones del XI Cuerpo de Ejército —entre los que se contaba uno de mi División— que, cuando definitivamente se dio la orden de pasar nuevamente el río, por haber dado por finalizada la acción del Ebro el Estado Mayor Central, al regresar a su respectiva Brigada contaba con más del 75 % de bajas entre ellas la muerte del Comisario y con el 95 % de pérdida de material.

Se dijo que se había hecho una retirada ordenada y que se había podido salvar tanto el material, como los hombres. Desgraciadamente puedo afirmar desde aquí, que si bien el material pesado fue salvado en su casi totalidad no es menos cierto que de material de guerra y de hombres, quedaron muchos en poder del enemigo, en la otra orilla del río Ebro.

El balance final de la más formidable batalla que registra la historia de la guerra española, no es, pues, muy halagüeño.

Pero el "bluff" continúa. Se asciende, se condecora y se llena de honores a los hombres que componen el Ejército del Ebro... La farsa continúa.


 

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