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CAPITULO XIII

 

TERUEL

 

Después del fracaso de nuestra ofensiva sobre Zaragoza, teniendo en cuenta que el enemigo estaba interesadísimo en liquidar rápidamente la cuestión del Norte y por lo tanto sus actividades eran allí constantes, en los demás frentes de la zona republicana reinaba una verdadera calma.

Se esperaba, desde hacía días, que el enemigo iniciara una ofensiva que, partiendo desde Teruel tendría como objetivo cortar las vías de comunicación que unen Cataluña con Levante. Sus preparativos, por aquel sector, así lo hacían preveer.

El Gobierno de la República —que siempre acostumbraba a curarse en salud— vio en la realización de esta ofensiva un peligro inminente y, ante ello, decidió su traslado desde Valencia a Barcelona. No se le ocurrió, como era lógico, trasladarse a cualquier punto de la zona central que, en extensión de terreno, era tres veces superior al de Cataluña. Seguramente consideró que, en aquella zona, no tenía tantas garantías para una salida como las que le ofrecía Barcelona. Más tarde, desgraciadamente, hemos podido comprobar con dolor, que desde un despacho se discurre muy bien, cuando se trata de poner en salvo la vida e incluso a veces, los intereses particulares.

No obstante, la amenaza del ataque fascista, que parecía inminente, no tuvo de momento efecto, pues en la parte Norte de España, se continuaba la lucha y aún después de la victoria total del Fascismo en el Norte, este necesitaba algún tiempo para rehacer sus efectivos y cuadros y estar entonces, en condiciones de un ataque de envergadura.

El Estado Mayor Central del Ejército Republicano, con una visión bien clara del peligro que representaba que los fascistas consiguieran cortar las comunicaciones de Cataluña y Levante, planeó una ofensiva para evitarlo, ofensiva de gran estilo sobre Teruel, que tenía por objetivo la toma de dicha ciudad y, después, explotando el éxito, seguir por las vías de comunicación existentes en la misma hasta Calamocha Molina de Aragón y verde conseguir la unión de las fuerzas atacantes con las propias de los frentes centrales.

Excuso decir que la ofensiva, estaba excelentemente planeada y para lograr la consecución de los objetivos, se tenían concentradas en los delidos lugares, las fuerzas que iban a tomar parte en la operación. Se contaba con material adecuado. Y se puso en juego la ofensiva, dando en su principio un resultado verdaderamente lisonjero, tal como se esperaba. La ciudad de Teruel, fuerte plaza enemiga, cae en poder de la República.

Como todas las ofensivas llevadas a cabo por el Ejército Republicano, la de Teruel fue un hecho verdaderamente sorprendente, más que para nosotros mismos, para el exterior. Se convino en todas partes que, desde el principio, se trataba de un golpe de audacia formidable que el resultado del mismo, podía representar para el enemigo una derrota definitiva.

Pero en todas nuestras operaciones, y en todas las cuestiones en que ha intervenido la España republicana, tanto en la guerra como en política, han existido verdaderas lagunas, que han sido precisamente la mayor parte de las veces, las que han hecho fracasar nuestros planes y todos nuestros propositos.

La ofensiva de Teruel, iniciada en pleno invierno, y siendo este el país más frío de toda España, tenía el inconveniente de la lucha contra el frío. Se dio también la circunstancia de que, en los primeros días de las operaciones, copiosas nevadas cubrieron los campos de Teruel de espesas capas de armiño.

Esto ya fue un obstáculo bastante grande, que impidió el rápido movimiento de nuestras fuerzas. Se dieron infinidad de casos en que los soldados, eran recogidos con miembros helados completamente. A muchos, se les tuvieron que amputar por este motivo, brazos o piernas. Otros, murieron helados. Docenas de camiones de gran tonelaje nuevos, llegados hacía poco a España y que costaban verdaderas fortunas, quedaban destrozados al helarse en plena marcha el agua del radiador y muchos de ellos, no pudieron ni repararse. La aviación, volaba con muchas dificultades y los pilotos, infinidad de veces, no podían actuar en la forma decisiva que hubieran deseado.

Todo esto, fueron motivos más que suficientes para que la ofensiva sobre Teruel, no tuviera el resultado previsto y por lo consiguiente, que lo que en principio parecía ser una batalla decisiva, tuviera que limitarse a la consecución de un solo objetivo, aunque este fuese de la importancia de la ciudad de Teruel.

Los fallos señalados —motivados par las inclemencias del tiempo— no fueron a pesar de todo, los que principalmente impidieron la explotación del éxito de la caída de Teruel. En los primeros momentos, se hubiera podido intentar profundizar más, si se hubiera contado con material béfico de reserva abundante. Y no se disponía del mismo.

El Ejército de la República Española, se ha encontrado siempre, con la dificultad de la falta de elementos de lucha. Esto ha sido la realidad, lo que más ha contribuido a que el desenlance de nuestra guerra, haya tenido un final desfavorable a la República.

El enemigo, viendo lo que representaba para él la actuación republicana en el sector de Teruel, inmediatamente abocó todas sus fuerzas, todos sus efectivos, sobre dicho frente. Gastó los elementos de que disponía: material, hombres, aviación. En su contraofensiva, se empleó a fondo, consiguiendo, después de un mes de ruda lucha, reconquistar la plaza de Teruel. Esta reconquista, le costó lo mejor de su Ejército, a la par que le impidió por completo desarrollar inmediatamente su plan de ataque hacia el Mediterráneo, con objeto de cortar las comunicaciones de Cataluña con Levante.

Si hacemos el balance de la batalla de Teruel, podemos afirmar que, si las fuerzas republicanas hubieran contado con material bélico suficiente para continuar su ataque por ese sector, el ejército faccioso, se hubiera encontrado, frente a nosotros, en una situación tan apuradísima que, a la corta o a la larga, le hubiera producido unos resultados catastróficos y una magnifica victoria para las armas republicanas.


 

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