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III

CONSPIRACIONES CONTRA LA DICTADURA

 

La dictadura, al instaurarse en España por el golpe de Estado del general Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923), alegó como pretexto la necesidad de poner término a la corrupción política parlamentaría. En su manifiesto sedicioso decían los generales rebeldes venir a "Libertar a España de los profesionales de la política, de las desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un fin próximo, trágico, y deshonroso...", "Los militares -proseguía el manifiesto- han sido el Único y débil freno, y llevaron a las leyes y costumbres la poca ética sana, el poco tinte de moral y equidades que aún tienen ... " Y hacía resaltar con una petulancia que no desmentía su origen, que "este movimiento es de hombres, y el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada que espere en un rincón sin perturbar los buenos días que para la patria preparamos...".

Pero todos los cronistas capaces de objetividad son unánimes en afirmar que la dictadura fue un desesperado complot del rey para hacer abortar el expediente de la Comisión de Responsabilidades del Parlamento, compuesta de veintiún miembros, para depurar las resultantes del desastre de Annual de 1921. Esta Comisión había terminado su trabajo y tenía que fallar públicamente el 20 de septiembre de 1923. El levantamiento militar se produjo el 13 del mismo mes.

El escritor Blasco Ibáñez, exiliado en París, escribió en 1924 un panfleto en el que, entre otras cosas, dice de los fines de aquel movimiento:

"Uno de los primeros actos de los militares triunfantes fue enviar un oficial de toda confianza, con fuerte escolta, a la Cámara de Diputados. En una de las salas del Congreso, la misma en que se había reunido la Comisión de los veintiuno, estaba guardado el dossier sobre "las responsabilidades del desastre de Annual". El enviado del Directorio se apoderó de él y nadie supo nunca más de aquellos importantee documentos 1."

1 Vicente Blasco Ibáñez: Alphonse XIII démasqué, pág. 48.

Las conclusiones. de la Comisión apuntaban a la persona del rey como principal responsable. El rey, desde su coronación en 1902, había mostrado mucha inclinación hacia los uniformes y la estrategia militar. El Protectorado español, el Rif, aunque formaba parte de la nación marroquí, el sultán nunca había conseguido hacer reconocer allí su soberanía. Era un territorio pobre que defendían con ferocidad unas tribus guerreras de montañeses. A España se le había dado a ' roer aquel hueso, en el banquete o conferencia de Algeciras de 1906, por Inglaterra y Francia, que se habían reservado las mejores tajadas en aquel ágape colonialista.

En el Rif, que era el último jirón del imperio español, los tenientes recién salidos de la academia militar recibían el bautismo de fuego que les permitiría escalar hacía los altos grados del ejercito. La monarquía, cada vez menos popular desde la restauración de 1874, veía en el ejército su más firme puntal; el ejército, cada vez más impopular a causa de esa misma restauración, era sensible al monarca. Ejército y monarca aspiraban a ser dos tabúes, situándose por encima de toda crítica. En la obra citada, Blasco Ibáñez escribe estas palabras:

"Ya hemos dicho que la monarquía lisonjeaba sin cesar al ejército, modelándolo a su imagen y semejanza, a fin de asegurarse su apoyo. El ejército, dándose cuenta de que era indispensable a la monarquía, exigió, primero, por la voz de las Juntas [de Defensa] aumento de sueldo, privilegios exorbitantes y acabó por formar, en el mismo seno de la nación, como casta aparte, con leyes especiales que han hecho su situación inatacable e intangible."

En 1921 el rey y el general Silvestre, a espaldas del gobierno y del ministro de Guerra, emprendieron por su cuenta una arriesgadísima operación "pacificadora" en el Rif. De aquella aventura resultó un desastre sin precedentes: doce mil muertos y mil quinientos prisioneros. Los moros destrozaron al ejercito español y se presentaron a las puertas de Melilla, la que no ocuparon por falta de decisión. El mismo general Silvestre, que había prometido al rey regalarle una gran victoria 2, pereció también en la empresa. Entre sus papeles fueron encontrados documentos muy comprometedores para la regia persona. Estos documentos eran la base del famoso expediente Picasso, que era el proceso del rey por su Parlamento. Como quiera, que la suerte del monarca estaba íntimamente ligada a la del ejercito, juntos tramaron el golpe de Estado que había de evitar el escándalo. El dogma de la intangibilidad produjo la dictadura.

2 El general Silvestre se había comprometido a tomar Alhucemas el 21 de julio de 1921, día de la festividad de Santiago "Matamoros" y fecha también del traslado de los restos del Cid a la catedral de Burgos.

La dictadura suprimió la constitución liberal, clausuró el Parlamento y puso fuera de la ley a los partidos políticos y organizaciones que no se sometieron a sus exigencias. La U. G. T. fue la única organización en dar este paso humillante. Digámoslo en las duras palabras de un político conservador:

"Pero el Partido [Socialista], como tal partido, lejos de condenar el pronunciamiento, le secundó, suprimiendo sus campañas, aceptando Largo Caballero el cargo de consejero de Estado, prohibiendo el órgano del Partido cualquier acto oral o escrito de violenta protesta y ordenando, en fin, que la colectividad se pusiera en línea con los príncipes de la Iglesia y con la aristocracia de la sangre" 3.

3 Angel Ossorio y Gallardo: Mis memorias, Buenos Aires, p. 136.

Como consejero de Estado fue designado F. Largo Caballero. Este trató de justificar aquel mal paso por las siguientes razones:

"El Consejo de Estado, desde tiempo inmemorial, era constituido por miembros nombrados por Real Orden; representaba al gobierno y no al país, pero nunca era sustitutivo del Parlamento. Era un cuerpo consultivo, no democrático, como otros muchos de la nación. La dictadura abrió las puertas del Consejo a la representación corporativa libremente elegida por las corporaciones. Esto no es tampoco democracia pura, pero era un progreso respecto de lo anterior; era un avance político, y es por ésto que la Unión [General de Trabajadores] y el Partido [Socialista] aceptaron tener representación en aquel organismo, como lo tenían en el Consejo del Trabajo, junta de Aduanas y Valoraciones, Oficina Internacional del Trabajo y otros 4".

4 F. Largo Caballero: Mis recuerdos, México, 1954, pp. 91-92.

Después de la fracasada huelga general declarada por la C. N. T. el 14 de septiembre, y los dos plenos regionales de la Confederación Catalana celebrados el 30 del mismo mes y el 4 de mayo de 1924, respectivamente en Granollers y Sabadell (localidades próximas a Barcelona), la organización confederal desaparece prácticamente de la vida pública. El 7 de mayo, en respuesta al asesinato -por un grupo de anarquistas del verdugo de Barcelona (Rogelio Pérez Cicario), posiblemente por las recientes actuaciones de dicho señor en tanto que "ejecutor de la justicia", el gobierno ordena la detención de todos los comités confederales y anarquistas, y son clausurados los sindicatos y suprimida Solidaridad Obrera. La C. N. T. se ve obligada a refugiarse en la clandestinidad.

Desde el 20 de septiembre de 1923 se habían producido algunos hechos comunes contra establecimientos bancarios. Uno en la Caja de Ahorros de Tarrasa, por el que fueron ejecutados dos de sus autores; otro en Manresa (Banco Padrós); otro en La Fonda de Francia, frente al Gobierno Civil de Barcelona; y, en fin, el realizado contra la sucursal del Banco de España en Gijón, que produjo 675.000 pesetas, una fortuna en aquella época.

Sobre los actos de Granollers y Sabadell habla Buenacasa en su libro El movimiento obrero español, 1886-1926:

"El 30 de diciembre de 1923 celebra la Confederación de Cataluña su gran asamblea de Granollers y el 4 de mayo de 1924 el comicio extraordinario de Sabadell... A una y otra de las magnas asambleas asistieron, a más de los delegados enviados regularmente por las organizaciones respectivas, centenares de trabajadores de Barcelona que pagaron de sus bolsillos particulares todos los gastos que estos desplazamientos ocasionan. En la asamblea de Granollers, perturbada un instante por algunos infelices, enemigos del anarquismo, hube de tomar la palabra por mandato de mi organización y declarar en nombre de ella que los sindicatos de Cataluña venían obligados en momento tan solemne a ratificar los acuerdos del Congreso Nacional de Madrid, esto es: "La Confederación camina hacia la anarquía . No hubo votación al respecto; los alborotadores decían que semejante acuerdo ( ... ) sólo los sindicatos reunidos en asambleas podían adoptarlo. "Pues vamos a los sindicatos." Y a ellos fuimos, y las masas, los sindicatos, sin una sola excepción, reunidos en asambleas extraordinarias, ratificaron unánimemente los acuerdos del Segundo Congreso Nacional. La asamblea de Sabadell fue aún más enérgica. Al único delegado entre los 137 ( ... ) conocido como ' bolchevique, se le negó el uso de la palabra por acuerdo unánime de todos los representantes de la región,"

El 6 de noviembre del mismo año 1924 se produjo un intento de asalto al cuartel de Atarazanas de Barcelona. Grupos de militantes de la C. N. T. iban tomando posiciones alrededor de la fortaleza en espera de que los conjurados del interior les franquearan la entrada. La sincronización no acababa de producirse, y los revoltosos comenzaron a inspirar sospechas. Consecuencia de lo cual fue la entrada en acción de la policía que en la persecución de los que iban retirándose dejaban un muerto. Hubo consejo de guerra sumarísimo y dos ejecuciones capitales, la de Juan Montejo Aranz y la de José Llacer Bertrán.

Casi simultáneamente ocurrió la incursión anarquista por Vera de Bidasoa (frontera vasconavarra). En un choque con la guardia civil varios uniformados resultaron muertos. De entre los conspiradores detenidos hubo tres condenados a muerte; dos de los reos fueron ejecutados: Juan Santillán y Enrique Gil. El tercer condenado, Pablo Martín, se suicidó arrojándose al vacío desde lo alto de la galería carcelaria. Se ha llegado a afirmar que estos movimientos fueron promovidos por actos de provocación de confidentes que obedecían a instrucciones de Martínez Anido, ministro de la Gobernación de la dictadura. Por aquellos tiempos las mazmorras del tétrico castillo de Montjuich volvieron a poblarse de presos sindicalistas.

Hasta mayo de 1925 no fue levantado el estado de guerra. Y el 3 de junio del mismo año abortaba un complot, en la ferrovía de Barcelona a Garraf, destinado a hacer volar el tren de Su Majestad. Entre los detenidos, que eran separatistas catalanes, figuraban dos que serían famosos personajes del extremismo político catalán: Jaime Compte y Miguel Badía. El primero, figura romántica de patriota, pereció entre los escombros de un centro nacionalista, el 6 de octubre de 1934, cuando el levantamiento de la Generalidad sofocado por el general Batet. El segundo, llegó a ser jefe de policía de Barcelona en las primeras etapas de gobierno autónomo. Se libró a una persecución desenfrenada contra los militantes de la C. N. T. - F. A. I., sin reparar ante el crimen. Fue asesinado en plena calle, junto con su hermano, el 28 de abril de 1936.

El hecho más saliente de 1926 fue otro intento contra el rey Alfonso XIII. El rey debía ser recibido el 14 de julio, pomposamente, en París. Días antes la policía francesa descubrió un intento de ataque contra el coche que había de conducir al monarca. Fueron inculpados de la audaz tentativa Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Gregorio Jover, quienes ante el tribunal correccional reconocieron que se habían propuesto apodearse de la persona del rey como medio para derribar el régimen dictatorial español. Fueron condenados a penas de prisión y simultáneamente: les fue pedida la extradición de los gobiernos argentino y de España. El primero de estos gobiernos les acusaba de atraco a la Banca San Martín; el segundo, de haber desvalijado la sucursal del Banco de España en Gijón. Además se reclamaba la extradición de Ascaso como supuesto victimario del cardenal Soldevila. Un año después, en julio de 1927, salían en libertad y expulsados de Francia. Un barco de guerra argentino tuvo que hacer marcha atrás cuando se proponía recibirlos para conducirlos a la Argentina 5.

5 Henri Torrès: Accusés hors série, Paris, 1957.

La continuación de este episodio se puede leer en un interesante libro de Rudolf Rocker:

"Sólo el gran movimiento de protesta en Francia, en el que participaron vivamente las más diversas tendencias, y personalidades famosas como Madame Séverine y otras, hizo que el gobierno francés no accediese a los pedidos de extradición de España y de Argentina y se contentase con su expulsión. Como que Bélgica y Luxemburgo les habían negado entonces la entrada, llegaron a Alemania, de donde fueron expulsados unas semanas después a pedido del ministro socialdemócrata prusiano del interior. Un intento por asilarse en Rusia fue infructuoso, pues el gobierno soviético les había impuesto condiciones que no podían aceptar en modo alguno por sus ideas anarquistas. En esas condiciones no les quedó otro recurso que volver a Paris con nombres supuestos, donde fueron ocultados algunos meses por camaradas, hasta que lograron encontrar trabajo en Lyon, pues no querían aceptar mas tiempo la solidaridad de sus amigos. Pero medio año después fueron descubiertos por la policía, condenados a seis meses de cárcel por quebrantamiento de la orden de expulsión y obligados a salir de Francia después de cumplir su pena. Tras una permanencia secreta en Bélgica, llegaron entonces a Berlín, no quedándoles abierto ningún otro camino" 6.

6 Rodolfo Rocker: Revolución y regresión, Buenos Aires, 1952, página 178.

Aquel año de 1926 se registraron dos movimientos más contra el terror dictatorial. El primero, el 24 de junio, que por ser festividad de San Juan recibió el apodo de "Sanjuanada". El movimiento abortó por indecisión de los militares y centena
res de elementos políticos y sindícales resultaron encarcelados. La mayoría de los detenidos quedaron largos meses en calidad de presos gubernativos, es decir: sin que mediase reclamación judicial ni procesamiento. Los detenidos eran puestos en libertad para ser detenidos de nuevo periódicamente; en ocasión de visitas oficiales de los jerarcas del régimen estas "recogidas" eran de rutina y se mantenían a veces anos enteros. La dictadura no fue extremadamente sanguinaria, pero se caracterizó por la rigidez de su sistema judicial y penitenciario. Uno de los primeros actos del dictador había sido suprimir el Jurado. Los delincuentes políticos y sociales quedaron sometidos ya a los consejos de guerra, ya a los tribunales de derecho.

La segunda conspiración fue la llamada de Prats de Molló, en la frontera, del lado de Francia. Unos 800 hombres, muchos de ellos anarquistas, tenían que atravesar la frontera para promover un levantamiento en Cataluña. Ocasionaría el fracaso uno de los principales conspiradores, el coronel italiano Ricciotti Garibaldi, descendiente del ilustre patriota del Risorgimento, que con cincuenta de sus compatriotas antifascistas participaba en la expedición. Ricciotti hizo el papel de judas vendiéndose al provocador Mussolini por 600.000 liras, que eran los 30 dineros con que el Duce pagaba a los traidores. La operación no pasó de la fase preliminar. Los conjurados, que permanecían ocultos en villas y hoteles, fueron detenidos por la policía francesa. El organizador principal fue procesado. Tratábase del viejo coronel del ejército español Francisco Maciá, fundador del partido separatista Estat Catalá. Maciá se había retirado del ejército a primeros de siglo, cuando su protesta por los atropellos militares contra la sede de un semanario humorístico. Emplazado por sus colegas de armas a escoger entre el deshonor y el uniforme militar, optó por renunciar a este. Tras una breve aparición en el Parlamento y varios años de actividades separatistas, Maciá emigró a Francia al advenimiento de la dictadura.

En 1927, la C. N. T. no había dejado de actuar clandestinamente, pero a partir de este año se acentúan los contactos orgánicos. En provincias, en el Norte especialmente, subsistían, algunos periódicos confederales, el más importante, por la labor de enlace que tuvo que realizar, fue ¡Despertad!, que se . publicaba en Vigo, dirigido por un destacado militante galaico: José Villaverde. En aquellas páginas se fueron dando cita las mejores plumas del anarcosindicalismo, alternando las agrias polémicas con sustanciosos trabajos de teoría constructiva. Juan Peiró Publicó entonces una serie de quince artículos sobre "Problemas del sindicalismo y el anarquismo", más tarde recogidos en folleto. Otras publicaciones fueron reapareciendo: Acción Social Obrera, en la provincia de Gerona; El Productor, en Blanes; Redención, en Alcoy; Horizontes, en Elda. Entre las revistas, en primer lugar La Revista Blanca, reanudación de su homónima de Madrid del siglo pasado. Firmaban aquí las mejores plumas del anarquismo internacional : Max Nett1au (principalmente), Carlos Malato, Juan Grave, Luis Fabbri, Palmiro de Lidia (Adrián del Valle), bajo la dirección y administración de la familia Urales. Las ediciones de La Revista Blanca pusieron en practica un sistema de propaganda y proselitismo hasta entonces inédito: la novela, especialmente la novela corta. El mayor éxito correspondió a La novela ideal, pequeño volumen de 32 páginas, muy bien recibida entre los lectores de la clase popular.

En Valencia, y con el gusto artístico de los valencianos para estas y otras cosas, apareció a partir de 1925 una revista de altos vuelos: Estudios (antes Generación Consciente), dedicada a la propaganda anarquista mediante temas de regeneración física y humana. Bajo tan solventes auspicios se realizó una inteligente campaña de regeneración por el arte, la trofología, la educación sexual y la eugenesia. Los ácratas individualistas también tenían su revista: Iniciales, y la tenían los vegetarianos y naturistas que oscilaban entre el hedonismo y la mística. Estas extremas tendencias florecieron en el anarquismo en aquellos tiempos de borrasca para unos, de invernada para la mayoría. Las reuniones clandestinas en la montaña cubríanse con el deporte del excursionismo, el culto sincero al desnudismo, al aire oxigenado y el bronceamiento al sol. Todo esto formaba un contraste pintoresco si se tiene cuenta que esa vuelta sincera a la naturaleza era perfectamente compatible con los planes conspírativos, la química de los explosivos, el ejercicio de tiro con pistola, el intercambio de periódicos y hojas clandestinas, los anatemas contra el tabaco y el alcohol.

Una de esas giras a cielo abierto, celebrada en julio de 1927 en una playa de Valencia, dio nacimiento a la Federación Anarquista Ibérica. Un grupo de bronceados bañistas, al par que retozaban ya en el oro de la playa, ya en la espuma del mar latino, bajo la benevolente y cálida caricia del sol, hombres, mujeres, jóvenes, viejos y niños revueltos, recogidos unos, otros dados a diversiones y juegos, la clásica "paella" hirviendo a borbotones, como quien dice bajo la mirada de la ociosa vecindad, daba el ser a una de las organizaciones revolucionarias que muy pronto iba a hacer hablar a la crónica de sus sueños románticos, de su virilidad y de su heroísmo: la F. A. I.

Desde el 26 de noviembre de 1926, por real decreto, habían sido impuestos los comités paritarios dentro de la organización corporativa del trabajo. Eran o representaban la obligada colaboración de clases, de aquellas clases que recientemente se habían hecho una guerra de feroz exterminio. Representaban la negación del derecho de huelga para los obreros, el compromiso bajo laudo del árbitro funcionario. Eran la proscripción brutal de la acción directa del sindicalismo no domesticado.

Sin embargo, en Cataluña, algunas organizaciones profesionales sujetas a la ley corporativa empezaron a hacer hablar de sus rebeldías. A partir de 1927 se habían reorganizado los Cuadros Confederales en la intimidad de las sociedades obreras: el textil, construcción, alimentación (tejedores, ladrilleros y panaderos).

Uno de los actos importantes de 1927 es la celebración en Barcelona, en el mes de julio, de un Pleno Nacional de la C.N.T. Como es de suponer, el pleno, que tuvo lugar clandestinamente, fue para tratar de coordinar la acción subversiva con los elementos políticos y militares. En un discurso de Juan Peiró, ante el Congreso confederal de 1931 7, afirmó aquél que "desde el año 1923 ni un solo Comité Nacional, ni un solo Comité Regional ha dejado de estar en contacto con los elementos políticos, no para implantar la República sino para acabar con el régimen de ignominia que nos ahogaba a todos". Sobre el Pleno que nos ocupa, señalo Peiró concretamente en su discurso: " ... y se convocó el Pleno Nacional que tuvo lugar el 29 de julio de 1928. Y aquel Pleno, por unanimidad, incluso la delegación de Castilla, convino en establecer una inteligencia con los políticos y los militares. Ahora bien, allí se convino que los elementos militares y políticos hicieran la revolución y que nosotros la secundaríamos, y que si la Confederación tenía posibilidades de seguir más allá de donde fueran los elementos políticos, seguiría, y si no, nos quedaríamos quietos..."

7 Véase Memoria del Congreso Extraordinario celebrado en Madrid los días 11 al 16 de junio de 1931, pp. 66 a la 72.

Fruto de estas actividades conspirativas fue el movimiento llamado de "Sánchez Guerra", de enero de 1929. Sánchez Guerra se hallaba exilado en París desde el principio de la dictadura. Era liberal monárquico. Sánchez Guerra había abofeteado al general Aguilera en pleno Senado, por haberle provocado diciéndole que solo los militares tenían el patrimonio del honor. Se comprenderán, pues, las razones del exilio de Sánchez Guerra después del golpe de Estado. En el complot estaban comprometidos algunos generales, entre ellos el capitán general de Valencia, Castro Girona, quien al ver desembarcar de una nave a Sánchez Guerra, se apresuró a recomendarle que volviera a embarcarse de nuevo. El ex ministro conspirador puso otra vez a prueba el honor militar; pero el general de la plaza de Valencia en vez de hacer honor a su compromiso revolucionario le hizo prisionero. Sánchez Guerra fue condenado y después indultado, al parecer a instancias de la reina madre. Su discurso del Teatro de la Zarzuela, que acabó glosando los versos del poeta ("no más servir a señores que en gusanos se convierten"), abrió la crisis galopante de la monarquía.

Todo el año 1929 fue de constante rebeldía de los estudiantes. En Barcelona se registraron las huelgas de la industria fabril y textil y de los ladrilleros. El rey, viendo venir la tormenta, empezaba a considerar la idea de deshacerse del dictador por un nuevo general. Primo de Rivera, conocedor de los propósitos del rey, hizo la tontería de creer que, evidentemente, era el padre de la dictadura. Por una circular enviada a los jefes militares que creía adictos, trataba de revalidar su pronunciamiento de 1923, esta vez dirigido abiertamente contra el monarca. Decía uno de los párrafos de la circular: "El Ejército y la Marina, en primer término, me eligieron dictador, unos con' su adhesión, otros con su consentimiento tácito; el Ejército y la Marina son los primeros a manifestar, en conciencia, si debo seguir siéndolo o debo resignar mis poderes ... "

Tal sería la respuesta que el rey, revestido de valor, envió al conde de Los Andes con el encargo de obligarle a retirarse. El autor de aquel manifiesto del 13 de septiembre de 1923, en el que se ponían por delante los órganos de la masculinidad, se dejó llevar de la mano como un niño hasta la frontera, para morir oscuramente a los pocos días en París, en una habitación de hotel (16 de marzo de 1930).


 

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