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LAS ARMAS DE LA RETAGUARDIA.

 

AL día siguiente de las jornadas de mayo, el gobierno de Largo Caballero publicó un decreto sobre la tenencia de armas, que consideraba la retención de cualquier arma que no fuera de bolsillo como un acto de complicidad con el enemigo y lo castigaba con las sanciones correspondientes. Está demás decir que este decreto lo hizo suyo el gobierno contra‑revolucionario de Negrín y que busca aplicarlo por todos los medios.

¿Lo conseguirá? He ahí el problema.

Para ninguno es un secreto que la C. N. T., previendo el momento en que forzosamente tendrá que enfrentarse con sus sedicentes aliados de hoy, se ha asegurado armamentos importantes.

Ya se ha dado el caso —y continuará dándose— de que una parte de estos armamentos fuera confiscada por el gobierno y también entregada a éste motu proprio por algunas organizaciones obreras a fin de no dar públicamente la impresión de que se oponen deliberadamente a sus órdenes. Por otra parte el gobierno hace diariamente una publicidad ruidosa sobre los depósitos de armas, municiones, etc., descubiertos y confiscados. Pero las cifras publicadas, si bien impresionantes, parece ser pequeña en relación a los “efectivos”. Lo que en realidad interesa son los grandes depósitos de fusiles, ametralladoras, tanques y cañones.

Si la C. N. T., si las organizaciones sindicales, si la F. A. I., si los obreros de Barcelona se dejan tomar esos depósitos, no hay duda alguna que la revolución está liquidada. Lenín lo había comprendido perfectamente al declarar en su estudio El Estado y la Revolución: La revolución es el pueblo en armas; el día que el pueblo sea desarmado la revolución deja de ser posible.

 


 

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